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De tetas y calles antineoliberales

“El comunismo no funciona, pero tampoco el neoliberalismo que ha generado una justa explosiva acumulación de frustración”.

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Desde el ágora de la antigua Grecia como el espacio público en el que ciertos privilegiados discutían los asuntos públicos, la discriminación de las mujeres y de los no-privilegiadxs de la esfera pública y política ha sido una constante histórica y prueba de cómo ha operado ese sesgo masculino en las estructuras de poder de sociedades diversas. Hoy, pese a los avances en conscientización de esta censura milenaria a mujeres y a no-previlegiadxs, los poderes políticos y económicos siguen estando en su mayoría colonizados por ese prejuicio desvalorativo de ‘el otro’ o ‘la otra’ como incapaces de contribuir sustancialmente o participar de manera importante en la esfera política. Si algo se ha avanzado en mermar ese prejuicio patriarcal histórico ha sido en base a lucha, sufrimiento y valor. Pero aún es insuficiente y está siempre bajo amenaza de grupos de poder (conservadores, patriarcales, corruptos y/o privilegiados) que se niegan a perder esos espacios.

El capitalismo global neoliberal empeoró la ya precaria situación de las mujeres y lxs no-privilegiadxs, víctimas del patriarcado. De hecho, el capitalismo se fundó y prosperó sobre la base del trabajo reproductivo y doméstico gratuito de las mujeres (Federici). Y en el caso de lxs no-privilegiadxs (mujeres, nativos, nacidos en la pobreza o precariedad, lxs de género abiertamente no-binario), el neoliberalismo vendió las falsas promesas de que: si te *autoexplotas lo suficiente (a.k.a. emprendedurismo) puedes prosperar, y de que en una sociedad neoliberal todos pueden beneficiarse si se favorece en especial a los grandes inversionistas que ‘traerán trabajo y prosperidad’. La caída del comunismo solo afianzó el modelo capitalista y el neoliberalismo se expandió en gran parte del mundo apuntalado por la globalización. Esto permitió a grandes corporaciones y transnacionales explotar indiscriminadamente el medio ambiente y a las personas para aumentar sus márgenes de ganancia, así como adquirir mayor poder de negociación frente a Estados-nación que perdieron autonomía auto-encorsetados por la inversión de capitales y la privatización desmedida que privilegia ganancias sobre derechos sociales. Cierto, el comunismo no funciona, pero tampoco el neoliberalismo que ha generado una justa explosiva acumulación de frustración por las brechas socio-económicas y condiciones de vida de lxs no-privilegiadxs. Por eso son hermosas y alentadoras las actuales olas de protesta en Chile, Bolivia, Ecuador, el Perú profundo, Francia, México (#QueArda), Argentina y otras partes del mundo donde la gente y las mujeres reiteran con furia su derecho al espacio público como lugar de participación política frente a autoridades que hace tiempo no lxs representan. Por eso también es hermoso ver en los senos de Mon Laferte la síntesis de estas dos luchas: la de las mujeres por su lugar en el mundo y donde su cuerpo deja de ser objeto sexual del patriarcado para **ser sujeto político, y la otra lucha –también a pecho– de los no-privilegiados por justicia social. Ambxs víctimas y sobrevivientes de discriminación, racismo, machismo, elitismo y desprecio con que los privilegiados del neoliberalismo global han seguido impunemente saqueando a lxs marginadxs. En sus senos, lo íntimo haciéndose público, en potente metáfora de cómo el daño de las políticas públicas discriminadoras se sufren en el cuerpo y es ese cuerpo que sale a denunciarlas y combatirlas.

*Byung-Chul Han

**O lo que a ellas les dé la gana.

Claudia Cisneros. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.