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Sociedad

Honrar a la niñez y adolescencia

Gastón Garatea Yori, sacerdote SSCC.

GASTÓN GARATEA
GASTÓN GARATEA

Somos libres, seámoslo sin violencia fue el lema de los diálogos deliberativos organizados por los ministerios de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, de Educación, y Unicef para establecer la hoja de ruta del Plan de Acción para eliminar la violencia contra los niños, niñas y adolescentes 2020-2030.

La frase, que resulta acertada ahora que vivimos presos de la violencia, me lleva a pensar lo difícil que es pedirle al 80% de niñas, niños y adolescentes que alguna vez experimentó violencia en su hogar o escuela que honren a sus padres y maestros. ¿Cómo pedirles que valoren, respeten, obedezcan y cuiden de sus progenitores o docentes cuando ellos –que son los adultos maduros y responsables– no hacen lo propio?

A diario somos testigos o protagonistas de casos de negligencia en el cuidado de niñas y niños, del trato irrespetuoso entre las parejas y hacia los hijos. Todas situaciones que atentan contra la autoestima de chicas y chicos. El hecho de que 35% de adolescentes hayan sido víctima de alguna forma de violencia sexual en nuestro país, y que muchos de esos abusos provengan de progenitores o maestros, nos habla de un total irrespeto hacia la niñez y adolescencia. Exigimos a las nuevas generaciones lo que no somos capaces de darles.

La biblia nos dice con claridad que a los padres les corresponde corregir a los hijos, y ese es un deber irrenunciable que tiene que cumplirse con madurez, paciencia y mucho amor, jamás con violencia. No es una misión fácil, pero es un deber que madres y padres deben asumir por el bien de sus hijos e hijas, y por el de las sociedades.

Todavía son muchas las personas que piensan que los tiempos del “golpe a tiempo” y de “los niños callan cuando los adultos hablan” eran mejores, pues yo las invito a que observemos las consecuencias de esas prácticas: una sociedad cada vez más violenta; gente con baja autoestima poco productiva en su desempeño laboral y reproduciendo ciclos de pobreza; más mujeres y hombres buscando refugio en las drogas y el alcohol; y un largo etcétera.

Honremos a la niñez y adolescencia valorándola, respetándola, cuidándola y amándola. Desde la posición que ocupamos en esta sociedad impulsemos una crianza y educación que nos libere de la violencia.

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