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Sociedad

Comunidad shipiba: su esperanza a las promesas postergadas

Ellos presentaron propuesta con viviendas ecológicas, para de esa forma revalorizar su cultura, y así traer un pedazo de Ucayali a una ciudad que necesita color.

Comunidad shipiba regresa a Cantagallo y propone que se construyan viviendas ecológicas.
Comunidad shipiba regresa a Cantagallo y propone que se construyan viviendas ecológicas.

4 de noviembre del 2016, era de madrugada, todo se estaba consumando. Una vela encendida era la génesis de casi 3 años de espera, de promesas aún intangibles y de la esperanza que no se apaga en una comunidad que tuvo que ingeniárselas, aun estando separada, para seguir viviendo en comunión.

“La importancia para nosotros de vivir en comunidad es el ver a nuestros hijos tener esa convivencia y conservar nuestra lengua originaria. Tal es así que (por el incendio) hemos tenido un impacto tan desastroso que nuestros niños ya no tienen esa convivencia de estar juntos, porque fuimos a diferentes lugares”, expresó Carlos Pimentel, dirigente de Chirelvet, una de las asociaciones de la comunidad shipibo en Cantagallo.

Vuelta a casa

El 26 de septiembre los más de 2000 shipibos afectados por la tragedia en Cantagallo decidieron regresar al lugar que fundaron, en los límites del Río Rímac con la Av. Evitamiento, hace 19 años. En busca de que se cumpla lo que el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento (MVSC) les prometió el 2016: aquel proyecto habitacional que todavía sigue siendo una propuesta que no concreta.

“Hemos venido dialogando, dialogando, dialogando y con esta medida que hemos tomado (el regresar a Cantagallo) recién ha venido el viceministro de Vivienda para que nos solucione el caso, pero quizá él nunca nos lo va a solucionar, porque solo vino a apaciguar. Esto se terminó con nosotros, la comunidad ya está cansada de tantas promesas”, comentó Wilson Valles, presidente de Acushikolm, asociación de Cantagallo.

Ante la propuesta del MVCS de reubicarlos en un espacio de El Agustino, los ciudadanos shipibos tienen claro que no se irán hasta que haya algo claro. “Lo que esperamos es que cumplan lo que han prometido, que el Ministerio de Vivienda cumpla, porque no podemos seguir viviendo así. No nos vamos a mover de aquí hasta que veamos algo concreto.”, manifestó el dirigente.

Shipibo en resistencia

Shipibo en resistencia

Propuesta ecológica de la comunidad

“Uno es de donde viene”, cita una frase popular, haciendo relación a las costumbres y tradiciones que uno impregna de su sociedad durante la infancia. Quizá eso sea lo único que el fuego no les arrebató a estas personas que hoy luchan por seguir siendo una cultura viva dentro de una “selva de cemento” como Lima. Pero dentro de todos los ladrillos que pueden rodear nuestra capital, existe la posibilidad de tener un pedazo de color, un pedazo visible de su niñez en Ucayali.

“Nosotros hemos hecho la presentación de nuestra propuesta, de cómo es que la población quiere que sean nuestras viviendas. No necesariamente tiene que ser de cemento y que estemos encerrados en cuatro paredes. Siempre el Ministerio de Vivienda nos ha presentado propuestas de concreto. Sabemos que este suelo no es apto para construir, pero hay que hacer una adecuación. Nosotros tenemos el bambú y con eso podemos hacer casas hasta de dos pisos. Eso va a generar un impacto (positivo) hacia el turismo”, aseveró el dirigente de la comunidad, Carlos Pimentel.

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Teleférico hacia el cerro San Cristóbal

El turismo es su actividad económica principal y en este tiempo que estuvieron dispersados por distintos lugares de Lima, esta se vio afectada. Desde la chamanería, artesanía, música, pintura, entre muchas artes más son el sustento del día a día para las más de 200 familias que hoy acampan esperando del Gobierno, “la tierra prometida”.

Queremos que se muestre en la capital el turismo internacional. De esa forma queremos que nos miren. Porque sabemos del teleférico que conectará al cerro San Cristóbal. Nosotros queremos que nos incluyan en esa propuesta”, indicó Carlos Pimentel, refiriéndose al proyecto de la Municipalidad de Lima, que partirá desde el Club Internacional Revolver al mirador limeño.

Escuela bilingüe, educación necesaria para trascender la cultura

“Bekanwe”, así te dan la bienvenida en shipibo, y así recibe a sus alumnos la escuela bilingüe de Cantagallo. La directora de este centro educativo, Doris Muñoz, cuenta que desde el incendio están ubicados en Virú, Cercado de Lima, y que actualmente asisten 234 niños, pero por la lejanía que hay de los hogares de los pequeños al colegio, no van todos los días. “Los que viven lejos asisten 3 veces a la semana, los que están cerca 4 veces a la semana y lo que viven bien lejos, solo 2 veces a la semana”, indicó la directora.

Si una lengua muere, gran parte de nuestra historia y conocimiento se pierde, eso parece entenderlo muy bien la comunidad shipiba, priorizando por encima de varias cosas la preservación de su cultura. “Nosotros queremos regresar pronto a nuestro espacio, que lo construyan de una vez, para poder seguir fortaleciendo más nuestra lengua, no queremos que nuestra lengua se pierda”, culminó la encargada de la Escuela Intercultural Bilingüe de Cantagallo.

Escuela bilingüe de Cantagallo

La directora Doris Muñoz nos cuenta que actualmente cuentan con 234 niños.

“Unión y amor”, un lema en Cantagallo

En su comunidad encuentras a personas de distintos lugares, no solo están los shipibos-conibos. Ellos saben convivir sin discriminación, en una ciudad que muchas veces les ha mostrado lo contrario. Para ellos, hacerte sentir parte del grupo es algo innato, pues vivir y trabajar con unión y amor es el lema que han transmitido desde inicios de siglo en el Rímac.

“Los shipibos siempre trabajamos en unión y en amor, eso significa vivir en comunidad. La lengua que hablamos. Ahora estoy feliz porque hemos regresado acá, a Cantagallo. Siempre le pedimos a la luna y al sol que nos proteja. A la Pachamama, acá al cerro San Cristóbal”, contó David Ramírez Nunta, representante de la asociación cultural Inin Soi.

Ellos solo esperan ser escuchados, ser atendidos, preservar su cultura y tener los mismos derechos que todo ciudadano en Lima. La comunidad shipiba ya está de vuelta en casa, manteniendo su esperanza a todas las promesas postergadas.

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