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Sociedad

Los crímenes también resumen a nuestra sociedad

En nuestro ADN. El periodista Carlos Paredes presentó en la FIL Crímenes en Lima. En esta entrevista habla sobre nuestra fascinación por el crimen y sobre el oficio periodístico en este tiempo.

Rigor mortis. Paredes estuvo en Arequipa para presentar en la FIL Crímenes en Lima, historia de los asesinatos más sonados.
Rigor mortis. Paredes estuvo en Arequipa para presentar en la FIL Crímenes en Lima, historia de los asesinatos más sonados.

Elmer Mamani

Una mujer millonaria se casa con poco menos que un hombre sin futuro. Se juntan y conciben 5 hijos. La relación, como muchas, pasa por desavenencias. Cuando los hijos crecen, media familia muere: sicarios ingresan con facilidad a su mansión y acribillan sin piedad a la pareja y al hijo mayor. Los vástagos sobrevivientes pasan a ser sospechosos. La historia pertenece a los Tozzini-Bertello, un clan limeño que se sumió en la tragedia en 1997. “El amor y la ambición son una combinación explosiva. En su nombre se han cometido innumerables crímenes”, empieza así la crónica del caso, escrita por el periodista Carlos Paredes. Su texto es parte de Crímenes en Lima, libro que compila los más sonados asesinatos de los últimos 60 años y que es escrito por varios autores.

¿Qué te atrajo más del caso?

Que en un momento se volvió en un talk show. Acuden al programa de Jaime Bayly. Sale la empleada de la mamá (Ana Bertello), acusando a los hijos de ser los autores. Luego aparece un sicario que estaba preso para decir “yo los he matado”, lo que no pudo probar. Los propios hermanos salen a decir que la empleada tiene un hijo delincuente y que fue él quien mató a sus padres para quedarse con la plata. Todo un enredo. Lo cierto es que este caso nunca fue esclarecido a nivel judicial, es uno de los tantos con impunidad.

¿Te animarías a decir quiénes los pudieron matar?

Lo que sí me queda clarísimo es que los mandaron a matar. Conocían la casa y tenían la llave. ¿Cuál fue el móvil? Más o menos queda claro que fue ambición de plata, porque sí había en el camino algo de fortuna. [...] No podría acusar a los hijos, no tengo ninguna certeza.

Ellos terminaron pobres...

Si sus padres fueron millonarios, los hijos son clase medieros para abajo, sin profesión, defendiéndose de cualquier manera en la vida.

Hablas que juntos, el amor y la ambición son peligrosos...

El amor es un sentimiento muy grande, que puede desquiciar. Si llega al despecho, puede sacar de control a la persona más centrada, nos desborda.

¿Por qué a muchos les fascina tanto el crimen?

A los seres humanos nos gusta la sangre, el morbo, que son los sentimientos más primarios. Está en nuestro ADN.

¿Hacia dónde apunta el libro Crímenes en Lima?

En general este libro resume lo que es la condición humana, resume lo que es el país, de manera transversal a todas las clases sociales. Me tocó ver una de clase alta. Por ejemplo, a Carlos Freyre (escritor) le tocó la clase media con el caso Abencia Meza. Como pretexto narramos los grandes crímenes, pero miramos a la sociedad [...] De alguna manera trata de nuestra sociedad y usamos los crímenes como línea de conducción.

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Paredes recuerda que el intermediario de un corrupto lo citó en un sauna en los noventa. Gobernaba Alberto Fujimori y Paredes investigaba el tráfico de armas de su mandato. “Entré en el cuento que me convocó ahí, desnudo, para no tener con qué grabar”. Paredes inició su carrera como reportero de televisión, pero recibió el premio a la excelencia de la Fundación García Márquez, de la mano del propio escritor colombiano (2006), por un texto escrito. El galardón lo recibió por La caída del héroe, la historia del general de la Policía Ketín Vidal, quien fue en realidad un corrupto.

Hay muchos personajes de la política que fingen algo que no son...

Sí. Uno de ellos me dijo que un político no puede ser sincero porque dejaría de ser político. Siempre tienen que construir una narrativa, un discurso para complacer al auditorio.

¿Recibiste el premio de las manos de García Márquez? ¿Pudiste hablar con él?

Estábamos hablando de las grabadoras. Me dijo: lo que no puede captar la grabadora es el pálpito del corazón. Eso solo lo puede hacer un reportero mirándole la cara al protagonista de su historia. En este mundo de fake news, de la posverdad, de la exacerbación de las redes sociales, puedo decir que hoy más que nunca necesitamos periodistas profesionales. Aquellos que tenga el rigor de contrastar, de contarnos el contexto real de las cosas. Todos los demás son intermediarios, no son periodistas.

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