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Sociedad

Perumin: ¡Hora de cambios, hora de miedos!

“Hay un acrecentado miedo a pensar y/o analizar a profundidad en todos los niveles políticos, distraídos por lo que Vargas Llosa denomina la civilización del espectáculo” asevera el columnista César Caro.

larepublica.pe
Perumin: ¡Hora de cambios, hora de miedos!

Por César Caro

Vivimos, tanto a nivel del Perú como del orbe, tiempos de cuestionamientos y de reflexión, tiempos de reacomodos, tiempos de incertidumbre, tiempos incluso de violencia y de pasiones irreflexivas en todos los campos de la actividad humana, como directa consecuencia de los avances tecnológicos y de la mal llamada “globalización económica”, los que hasta la fecha no inciden en la organización de las actividades sociales a tal punto, que continua vigente la jornada laboral de ocho horas, sin que a pesar de algunas casi solitarias voces, los organismos especializados se atrevan a analizar a profundidad el tema.

Y la inercia o temor al cambio que ocurre en el campo laboral se da también en todo lo relacionado a las organizaciones sociales y empresariales, en las cuales las normas actuales parecieran ser sagradas e intocables, sobre todo cuando se quiere modificar aspectos relacionados con la propiedad, distribución de las ganancias y organización política, limitándose a meros maquillajes donde se necesita efectuar cirugía mayor, como dando razón a Manuel Prado que decía que los problemas en el Perú eran de dos clases: “Los que se resuelven solos y los que no se resuelven nunca”.

Por ello vemos que la derecha peruana, que tiene intereses antes que principios, se rasga las vestiduras ante la posibilidad de modificar algunos de los parámetros de la actual Constitución, sobre todo en aspectos del capítulo económico, relacionados a términos de propiedad e incentivos, cosa que no ocurre cuando se trata de modificar las leyes laborales, mismos tartufos.

Hay un acrecentado miedo a pensar y/o analizar a profundidad en todos los niveles políticos, distraídos por lo que Vargas Llosa denomina la civilización del espectáculo o por el poder castrador del “hermano mayor” descrito por Orwell en 1984, a tal punto que se obvia tocar todo lo relacionado a los tiempos de concesión de los yacimientos mineros y usufructo de las utilidades de los mismos, los cuales en teoría continúan perteneciendo a esa entelequia denominada Estado (SPCC comenzó a explotar Toquepala en 1960. Hoy, casi 60 años después, continúa haciéndolo, habiendo ganado -entre el 2004 y el 2018- más de 12 mil millones de dólares, lo que es sin lugar a dudas meritorio, pero que nos debería obligar a repensar las reglas de juego: ¿Por qué no crear los mecanismos que permitan que las empresas continúen siendo dirigidas por privados, pero que a partir de la recuperación de su inversión y un margen significativo de utilidades, vayan transfiriendo anualmente un porcentaje del accionariado al Estado, hasta llegar incluso a un 49%?).

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