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Sociedad

Movimiento social

El problema es que este movimiento social no tiene dirigentes ni líderes visibles, representativos o potenciales. La única base gremial es “construcción civil”, cuya actuación es más operativa que estratégica.

Columna de Federico Rosado
Columna de Federico Rosado

Federico Rosado

Docente

La reciente paralización contra Southern puede dejar al movimiento social arequipeño en proceso de extinción, como si fuera el fin de la historia de uno de los atributos nítidos de Arequipa: la rebeldía.

Si bien el resultado no fue la anulación de la licencia sino la suspensión, los dirigentes no midieron la consistencia de la paralización y supusieron que podían retomarla cuando quisieran.

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Entonces se podría afirmar que el movimiento anti Southern tuvo un resultado bueno para los que no quieren Tía María. La suspensión es por 120 días, pero ya sabemos cómo funcionan los plazos en el país.

El problema es que este movimiento social no tiene dirigentes ni líderes visibles, representativos o potenciales.

La única base gremial es “construcción civil”, cuya actuación es más operativa que estratégica. Hay más piedras que contenido.

Además, ¿alguien puede sostener que hubo paro? Excepto en el valle de Tambo y Matarani, aquí el 95% fue a trabajar y el 95% pudo haber ido al colegio.

¿Tomar el Puente Grau es paro? Se para el transporte, pero luego se normaliza. ¿Romper vidrios de edificios es paro? Será más trabajo para las vidrierías.

¿Y el 62% de los que viven en la ciudad de Arequipa que no estaba de acuerdo con la licencia a Southern? (La República, 2019, junio). ¿Por qué no participaron del paro?

Si antes Arequipa era “anti”, no necesariamente ahora es “pro”; por lo pronto, no.

Y no es que haya nacido otro movimiento social (Arequipeños por Arequipa), que es una movida por Facebook, Whatsapp. ¿Será suficiente y contundente para su consolidación política? Su mejor prueba de fuego: la revocatoria al gobernador regional.

Cuando el historiador Jorge Basadre decía que Arequipa era un “caudillo colectivo”, se refería a la condición que distinguía a esta ciudad. Basta revisar la amplia relación de revueltas, gestas y revoluciones. Y, por si acaso, eso era parte significativa de la identidad arequipeña: rebeldía, audacia, espíritu contestatario.

La historia no es inamovible, estática; evoluciona, involuciona, pero somos nosotros los que le damos el devenir que por ahora es turbio.

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