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Sociedad

Cinco dedos de furia

“Cuánta falta hacen profesores y padres que sepan imponer las leyes de la convivencia”.

Roberto Ochoa
Roberto Ochoa

Voy a compartir un mal recuerdo infantil que mi inconsciente escondió y que resucitó al leer las recientes noticias. Sucedió en tercero o cuarto de media. A mitad de año llegó al salón un profesor nuevo. Nos burlábamos de su peinado con raya al costado y de su bigotito. En una de sus clases me puse de pie, levanté el brazo derecho y lo saludé con un sonoro “¡heil Hitler!” que fue celebrado por algunos compañeros de clase. Me sentí importante. El profe no dijo ni pío.

Un día la clase coincidió con la reunión de padres de familia. Mi madre pasaba por mi aula justo cuando yo repetía la gracia. Esta vez hubo más risas y más saludos nazis. Mi madre tocó la puerta, pidió permiso al profesor y me llamó. Salí aún con una sonrisa en los labios cuando recibí un bofetadón que me volteó la cara. Creo que William P. Blatty se inspiró en esa cachetada cuando escribió El exorcista. Antes de regresar al salón me increpó: “¿Sabes quién fue Hitler? ¿Crees que un maestro merece tamaño insulto?”.

Esa misma tarde regresé a casa con los cinco dedos de furia de mi santa madre marcados en mi rostro. Me refugié en mi dormitorio. Odié a mi viejita. Pero en mi escritorio encontré un libro ilustrado con terribles fotografías del Tercer Reich y de la II Guerra Mundial. Mi viejo me exigió pedir disculpas al profe. Cumplí la orden sin chistar.

Ver a la profesora agredida en un colegio del Callao resucitó este recuerdo infantil. De niño es tan fácil comportarse como un huevón, pero cuánta falta hacen profesores y padres de familia que sepan imponer las leyes de la convivencia.

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