Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas
Sociedad

Jueces feminicidas

“El caso de Arlette es paradigmático y la mayor prueba de la indefensión a la que estamos expuestas las mujeres cuando decidimos denunciar.”

Cisneros
Cisneros

¿Que por qué no denunció antes? ¿Que la denuncia y escrache social es injusta para los hombres? ¿Que ella fue al hotel? ¿Que si una denuncia es anónima debe ser falsa?

No, no y un millón de veces no. ¿Saben por qué la mayoría de mujeres calla?, ¿por qué por años no se atreven a hablar?, ¿por qué muchas prefieren denunciar anónimamente?, ¿y por qué los escraches públicos son una alternativa a la justicia formal? Porque no hay un solo caso de una mujer que haya denunciado públicamente estas agresiones en canales formales del poder judicial o universidades que no siga pasando un infierno. Porque la justicia es indolente ante estos sufrimientos y delitos, y porque mediante el encubrimiento judicial a los agresores se sigue perpetuando la hegemonía del machismo en nuestras estructuras sociales que denuestan a la mujer como la exagerada, loca o histérica. ¿Qué estímulos tiene hoy una mujer para denunciar en vías formales cuando ve casos como los de Lorena Álvarez o Arlette Contreras, si ellas que tienen un justo apoyo mediático y social siguen batallando años para encontrar justicia? ¿Quién quiere voluntariamente exponerse al vilipendio y estigmatización, a insultos y constante pelea brutal contra el sistema judicial? Porque ese es el costo de hacer pública y formal una denuncia. Por eso las luchas de Lorena o Arlette son emblemáticas para todas nosotras y para la sociedad que queremos construir, libre de discriminación y abusos contra la mujer. Sus experiencias privadas son socialmente cruciales; su lucha personal sienta precedentes, abre camino para otras que aún no se atreven a dejar el silencio.

El caso de Arlette es paradigmático y la mayor prueba de la indefensión a la que estamos expuestas las mujeres cuando decidimos denunciar a agresores en el sistema de justicia. Arlette lleva 4 años de su vida en pausa, sufriendo una y otra vez golpes emocionales, no solo de la violencia que vivió sino de la justicia que le asesta un nuevo daño con cada sentencia benefactora al agresor, con amenazas a sus abogadas y con la negación de justicia. Estar 4 años ocupada mentalmente en resolver este episodio de violencia impide que la víctima retome su vida dejando atrás ese pasado victimizante. Cada día que los jueces le niegan justicia a Arlette es un día de revivir el daño, de sentir que el victimario sigue ejerciendo poder y que ella sigue recibiendo golpes: eso es la revictimización, para que lo entiendan quienes no han pasado por eso ni tienen la empatía de entenderlo, como los jueces deplorables que el 8 de julio fallaron diciendo que a Arlette no se le había afectado su proyecto de vida y le dieron a Pozo 11 años –y no 14 como pidió la fiscalía, librándolo del intento de violación– y ventaja para huir. Además, los jueces Alcides Ramírez, Graciela Fernández y Edgardo Asenjo pretenden sancionar a la abogada de Arlette, Cynthia Silva, porque se negó a que Arlette rinda nuevamente testimonio volviendo a revivir el episodio traumático de hace 4 años. Ni siquiera le han dado chance a Silva de defenderse y el CAL pretende suspenderla.

“Ninguna causa la ha ganado una mujer sola”, dice Marcela Lagarde, y no debería porque las causas personales como la de Arlette son causas de todas y para todas. Sigamos apoyando más que nunca a Arlette y Cynthia. Que sientan nuestra fuerza y hermandad. Que no sientan por un segundo que están solas.

Claudia Cisneros. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.