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Salud

La hipoxia y su falsa relación con el uso de mascarilla

En redes sociales existen mensajes que indican que el uso prolongado de la mascarilla es nocivo para la salud. Pese a que especialistas ya desmintieron estas versiones, aún hay quienes deciden creer para evitar utilizarlas.

La mascarilla se convirtió desde diciembre de 2019 en uno de los elementos insignia para combatir la propagación de la COVID-19. Tras la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), miles de personas implementaron en su vida cotidiana el uso de este objeto que cubre nariz y boca; pero que sobre todo protege a quienes se encuentran alrededor, ya que evita que las secreciones se expulsen en el aire y disminuye la posibilidad de contagios.

Sin embargo, también hay un sector de la población que desiste del uso de estas. Sea por motivos económicos, de educación o sociales- que en esta nota profundizamos- portar un protector facial es ya una necesidad debido al inminente brote en algunos países donde la curva parecía detener su escalada.

Limitantes psicológicos: ¿qué hay detrás del no uso de las mascarillas?

El que una persona no utilice mascarilla debe ser analizado desde diferentes aristas, tanto en el ámbito social y económico, como desde los hábitos. Estos pueden ser factores que influyan en la decisión de evitar su uso, sostiene la psicóloga del Ministerio de Salud, María Méndez, a La República.

El primero tiene que ver con la educación. “Una de las investigaciones iniciales indicó que los contagios son por la nariz y boca. Un primer punto es la falta de educación de acuerdo al uso de mascarillas. Algunos piensan que por tener algo en la cara ya se están protegiendo”, asevera la especialista.

Otro punto a tener en cuenta es la dificultad a la hora de comunicar, factor inherente del ser humano. “Desde el inicio el uso de la mascarilla ya implica que estés con algo permanente. Lo normal es que estemos con la cara descubierta, lo que permite una comunicación más directa, ya que percibimos emociones, gestos y todo lo que es la comunicación no verbal”, adiciona Méndez.

La psicóloga pone como ejemplo a una pareja: uno no se da cuenta si el otro está o no molesto, ya que se puede ver los ojos, pero no lo que está debajo. Esto se convierte en un problema de la comunicación porque no se pueden ver gestos.

El tercer punto, y no menos importante, es que es incómodo y que no tenemos costumbre en utilizarlo, lo que nos hace rechazarlo. “El hecho de tener algo en el rostro genera una molestia permanente. La persona que sale a la calle sabe que debe tener una mascarilla”, agrega.

El cuarto y último es la falta de cultura. “Hasta antes de diciembre no era usual que la gente porte el elemento. No hay un uso continuo, ni cultura ni hábito, fuera del personal médico, además, implica un gasto económico y esto es otro limitante”.

¿Usar mascarillas por mucho tiempo puede producir hipoxia?: especialistas lo desmienten

Desde abril también corre, como es costumbre ya en tiempos de redes sociales y desinformación, la afirmación de que el uso excesivo de los objetos de bioseguridad causan hipoxia, entendida como la deficiencia de oxígeno en la sangre. “El uso prolongado de la mascarilla lo produce porque obliga a inhalar el dióxido de carbono (CO2) previamente exhalado”, es la tesis de estos mensajes.

La hipoxia es un estado de deficencia de oxígeno en la sangre, células y tejidos del organismo. Este puede ser ocasionado por muchas causas, tales como el tabaquismo, inhalación de gases o la exposición a grandes alturas.

Según el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, la hipoxia cerebral es una enfermedad en la que existe una disminución en el suministro de oxígeno al cerebro a pesar del adecuado flujo de sangre.

La hipoxia es la deficiencia de oxígeno en la sangre.

La hipoxia es la deficiencia de oxígeno en la sangre.

“El combustible principal de nuestro cuerpo es el oxígeno y este debe de tener el nivel adecuado. Esto se determina con un oxímetro”, ilustra Danilo Salazar, neumólogo del Hospital Cayetano Heredia, para La República.

“La hemoglobina carga el oxígeno (como un ‘camioncito'), normalmente debe ser de entre el 97 al 100 por ciento. A esto se le llama saturación de oxígeno. La hipoxemia es cuando el oxigeno cae por debajo del 95 por ciento”, detalla. Si esto sucede, se puede dañar el cerebro, el hígado, el riñón y otros órganos, añade el especialista

Sin embargo, deslinda con lo que circula en redes sociales. “Cuando nosotros usamos la mascarilla siempre hay una cierta dificultad para respirar, pero no causa hipoxia. Es totalmente falso y una locura”, resalta.

Por otra parte, de acuerdo a Hebert Cuenca, miembro de la Sociedad Peruana de Neumología, “a la disminución de oxígeno en la sangre se le llama hipoxia y para que eso suceda el paciente tendría que no respirar más de cinco minutos”. Además, detalla que esta afección ocurre cuando una persona se está ahogando, ahorcando o padece de enfermedades como la fibrosis”, sostuvo para este medio cuando el caso fue analizado por La República Verificador.

Placa computarizada de los pulmones de un paciente afectado por la COVID-19. Imagen: Radiology.

Placa computarizada de los pulmones de un paciente afectado por la COVID-19. Imagen: Radiology.

Sobre los dichos que aseguran que el uso prolongado de mascarillas ocasionaría hipoxia, explica que esto no es posible, ya que el aire es tan fino que puede pasar a través del producto. “El oxígeno atraviesa el material de la mascarilla y así el aire entra y sale sin ningún problema”.

En el plano internacional, lo mismo fue confirmado por el doctor Jaime Barrio, del Consejo Científico del Colegio Oficial de Médicos de Madrid (Icomem). En declaraciones a la agencia a EFE precisó que “no hay evidencia alguna de que su uso (de la mascarilla) produzca hipoxia, acidificación del organismo o intoxicación por inhalación del propio CO2, debido a que las mascarillas no están cerradas al paso de aire”.

El material de los que están hechos los productos permite que entre el oxígeno y se elimine el dióxido de carbono, coinciden los tres especialistas.