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Política

Martín Tanaka: “Castillo ha vuelto a ser un candidato y, para él, es lo mejor que le podría haber pasado”

Entrevista al politólogo Martín Tanaka, quien advierte que la calidad de la representación y de la oferta política, que ya era deficiente, se ha deteriorado todavía más.

Martín Tanaka reflexiona sobre el momento político y la crisis y trata de hallar algunas posibles explicaciones al momento que vive el país, uno de los más complicados de los últimos tiempos. Advierte que la calidad de la representación y de la oferta política, que ya era deficiente, se ha deteriorado todavía más.

—Si le pidieran explicarle a alguien que no conoce al Perú qué es lo que ocurre acá, ¿cómo empezaría?

—Empezaría diciendo dos cosas: los problemas de representación política y la calidad de oferta política, que ya de por sí eran muy malas en el país, se han deteriorado mucho, de manera que hemos terminado con un presidente y un entorno muy precario e inexperto, lleno de intereses oportunistas. Al otro lado, quienes deberían compensar y poner límites y fiscalizar en el Parlamento y otras instituciones sufren de lo mismo, de precariedad y falta de experiencia. Hemos terminado los peruanos atrapados en una dinámica crecientemente crispada en la cual hay excesos verbales, pataletas que nos tienen dando vueltas. Al mismo tiempo, estos políticos sí se ponen de acuerdo en mantener el statu quo, en defender la informalidad e intereses particulares, haciendo a un lado intentos de reforma.

—¿A partir de qué momento esta precariedad se vuelve más pronunciada? ¿Desde las elecciones del 2016?

—Sí, yo creo que esas elecciones marcan un punto de inflexión porque, hasta ese año, lo que llamaba la atención era la continuidad y estabilidad desde el 2001. Los críticos decían “es horrible esta continuidad”, los que simpatizaban decían “qué bueno que tengamos esta continuidad”. Pero ahora esa continuidad hace huecos por todas partes. Las políticas no se sostienen, han emergido sentidos y retóricas populistas que antes estaban en los márgenes de la discusión y que ahora se ubican en el centro.

—¿Habla de una continuidad democrática, económica?

—Todo eso. De un mínimo de respeto a la institucionalidad, una mínima confluencia de los actores políticos y sociales de tener un ambiente de estabilidad. Eso nos llamaba la atención hasta el 2016.

—¿Qué ocurre el 2016? Porque no es que se vea una gran diferencia en los actores. Muchos nombres se repiten desde hace varios años.

—Diría tres puntos. Uno, el fujimorismo se convirtió en otra cosa. Hasta el 2016, decía velar por la estabilidad del país, esa su principal carta de presentación. Eran muy defensores del statu quo. Pero entran a la lógica de enfrentarse al presidente, de censurar ministros y de cuestionar el manejo económico. Dos, el debilitamiento del centro. Hasta el 2016 las políticas giraban un poco más a la izquierda con Humala, poco más a la derecha con García, pero había cierta gravitación hacia el centro, que hoy está pulverizado. Por eso las alas más radicales de la izquierda y la derecha se han fortalecido. En medio, los partidos son tan frágiles que se han llenado de intereses particulares y no controlan lo que ocurre en sus bancadas y eso se ve en el grado de fragmentación actual.

—Aunque la fragmentación ya viene desde antes.

—Sí, pero estamos batiendo récords. Este número de bancadas solía darse al final de los cinco años. Eso afecta mucho a Acción Popular o Alianza para el Progreso, que si tuvieran un poco más de cohesión le darían un poco más estabilidad al Parlamento.

—Hay un sentido común que da vueltas según el cual la oposición es la que le da vida a Pedro Castillo en la presidencia. ¿Lo ve así?

—En buena medida sí, porque quienes tienen el protagonismo de la oposición son los que desde el día uno, negaron la legitimidad del triunfo electoral de Castillo y están en la dinámica de sacarlo de cualquier manera. Son como el pastor que anuncia al lobo: han dicho tantas veces que va a caer, que ya viene la prueba definitiva…

—Que ya nadie les cree.

—En efecto. Lo que no quita que el Gobierno tiene fallas clamorosas y una falta de transparencia tremenda. Ese es el drama en el que estamos atrapados: un sector de oposición descontrolado y un gobierno con cero autocrítica.

—Un gobierno que, acosado, pareciera que busca responder políticamente. Está la reunión de Castillo con los ronderos, o la actividad del miércoles en la noche en Palacio, que tenía aroma a mitin.

—Las cosas cambian mucho, de semana a semana, de día a día. Pero después del discurso de 18 de julio uno podría decir que la principal crítica al presidente es que no está gobernando propiamente, ¿no? Se deja llevar por la inercia, es un gobierno que dice que quiere romper con 200 años de historia, explotación…

—Y que sin embargo no hace mucho para ello.

—No tiene ninguna iniciativa sustantiva en ningún campo, ni en la política tributaria, social ni en la educación. Pero decía, hasta hace unos días la crítica al Gobierno eran sus desaciertos, o cómo destruye o afecta la gestión pública. Ese era un terreno en donde no tenía capacidad de respuesta. Sin embargo, ahora que el frente judicial está de nuevo acaparando...

—¿La atención?

—La atención, paradójicamente el presidente Castillo se siente mucho más cómodo. Es decir, ya no le preguntan sobre la compra de fertilizantes, o sobre la política agraria, que no hay. Ahora la discusión es cien por ciento política y creo que él se siente comodísimo ahí, criticando a la oligarquía, a los golpistas, a los medios de comunicación. Castillo ha vuelto a ser un candidato en campaña y para él es lo mejor que le podría haber pasado. Y ya no importan las políticas públicas, ya no importan la vacunación, la salud. No. Si es que no hay evidencias y datos mucho más contundentes que lo incriminen directamente, esta centralidad del frente judicial le puede terminar funcionando favorablemente. Yo creo que se siente mucho más cómodo en este escenario que en el otro.

Profesión; periodista. Doctor por la Universidad de Salamanca (Instituto de Iberoamérica).