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Política

Ley de los comités de autodefensa: miedos, olvidos y prejuicios

Apoyo y rechazo a la norma. Hay 915 CAD acreditados, pero tras la promulgación de la Ley 31494, podrían sumar más de 74.000 y acceder a armamento civil. Ante ello, sus integrantes ven cómo se distorsiona su labor en un contexto donde el Estado no existe.

Resistencia. Los CAD nacen en los años 80 a modo de resistencia contra el terrorismo en regiones del centro y sur del país. Foto: Virgilio Grajeda/La República
Resistencia. Los CAD nacen en los años 80 a modo de resistencia contra el terrorismo en regiones del centro y sur del país. Foto: Virgilio Grajeda/La República

El 16 de junio, el Congreso aprobó por insistencia la Ley 31494, que reconoce a los Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural (CAD) y los incorpora en el sistema de seguridad ciudadana. La norma modifica el marco legal vigente para otorgarles nuevas y cuestionadas prerrogativas; no obstante, esta sería inconstitucional y abriría la puerta al paramilitarismo, según especialistas que se han pronunciado en contra.

Si bien son organizaciones reconocidas por el Gobierno desde 1991 y están facultadas para emplear armamento civil en zonas declaradas en estado de emergencia, el dilema en la aprobación de esta nueva ley es que se desvirtúa su origen. Los CAD aparecen a modo de resistencia en medio del conflicto armado para asignarles funciones en el control del orden interno.

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La Defensoría del Pueblo manifestó que es necesario contar con un nuevo marco legal, pero que este no puede ir en contra de la Constitución vigente. “Es inaceptable, dado que se faculta a estas organizaciones civiles a un mayor uso de armas de fuego y se les traslada la responsabilidad estatal de garantizar la seguridad ciudadana. Esto supone concederles atribuciones de la Policía Nacional del Perú (PNP) y las Fuerzas Armadas (FF. AA.)”, advirtió.

Peligro paramilitar

No resultaría un gran problema si la norma en discusión se limitara al reconocimiento de los CAD. Contrario a eso, permite la creación de nuevos CAD en las mismas condiciones que hace 30 años. En otras palabras, puede facilitar el origen de grupos paramilitares que, en el cumplimiento de sus funciones, podrían adquirir armas al apelar al artículo 8 de la nueva ley.

Actualmente existen 915 Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural acreditados por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (CCFFAA) y se ubican en las regiones de Junín, Ayacucho, Huancavelica y Cusco, según informó el Ministerio de Defensa (Mindef) a La República.

Esta parte del país es conocida como valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) y tiene provincias y distritos que están en estado de emergencia desde hace más de 10 años.

La nueva norma los reconoce en su tercer artículo como “organizaciones civiles, pacíficas y democráticas de las comunidades campesinas, nativas y centros poblados rurales, surgidos espontánea, libre y voluntariamente”. Con aquel marco legal vigente, podrían incrementarse a más de 74.090, número de centros poblados rurales existentes a nivel nacional, según el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis).

Para Juan Carlos Ruiz, abogado del Instituto de Defensa Legal (IDL), esta norma representa la claudicación del Gobierno en su tarea de resguardar el orden interno del país.

“Esta norma genera paramilitarismo. ¿Qué es lo que está pasando ahorita en la selva central? Tienen colonos, cocaleros, traficantes de tierras, mineros ilegales y otros que están empezando a ejercer presión en los territorios de las comunidades. Entonces, el Estado debe garantizar la seguridad de esta gente, pero —como no pueden— lo que hacen es lavarse las manos”, indicó para este medio.

En ese sentido, el especialista agregó que es necesario analizar la norma bajo el cristal de la constitucionalidad y la conveniencia. Esto último en referencia a lo que se vive en el Vraem.

“Creo que ahí estaría justificado, pero igual hay varias preocupaciones. Hay dos maneras de analizar la norma: si es constitucional y si es conveniente. Hasta ahora lo conversado es conveniente. Pero un problema serio es que las Fuerzas Armadas (FF. AA.) (por los estados de emergencia prolongados) están cooptando el orden interno, algo que solo debería hacer la Policía. Otro punto es que no se hizo consulta previa pese a que la norma afecta a pueblos indígenas”, advirtió Ruiz.

A favor de la norma

En medio del acervo de opiniones opositoras a la norma, esta se convierte en una oportunidad para los CAD acreditados actualmente en el Vraem. Irupe Cañari, asesora legal de la Central Asháninka del Río Ene (CARE), señaló que la organización regional a la que representa se encuentra a favor de la nueva norma. Esta se conforma por 35 Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural acreditados sobre 19 comunidades y 33 anexos.

Además, Cañari aclaró que su postura responde a un análisis realizado a la realidad que sus bases deben enfrentar, que no es la misma que vive en el resto del país. “Vemos que es beneficiosa para esta realidad porque estamos en estado de emergencia por más de 15 años. El narcotráfico genera zozobra, miedo, amenazas al interior de las comunidades y vulneración al territorio de las comunidades. Inclusive, los mochileros pasan por territorio indígena”, declaró.

En esta zona del Vraem no solo deben hacerle frente a los remanentes de Sendero Luminoso, sino que también al narcotráfico, que amenaza sus territorios, su integridad y sus costumbres. De acuerdo con la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), en esta área geográfica se concentra la mayor cantidad de hoja de coca destinada en todo el país a esta actividad ilícita.

Para el 2020, se contabilizaron 27.994 hectáreas de superficie cultivada con este ancestral arbusto. Una imagen semejante a casi 40.000 estadios de fútbol llenos de sembríos, muchos de los cuales se encuentran en territorios indígenas invadidos.

En la cuenca del río Ene, el último 19 de junio, en Unión Puerto Asháninka (UPA), tras una intervención del CCFFAA a una embarcación que transportaba droga, integrantes del CAD capturaron a dos de los tres tripulantes que huyeron de dicho operativo.

Sin embargo, al avisar a la Policía y a los militares, sus llamadas nunca fueron atendidas, por lo que liberaron y expulsaron de sus territorios a los implicados. La base militar más cercana a la cuenca del río Ene se encuentra a unas 10 horas vía ruta fluvial o carretera.

Un Estado en deuda

La situación en el Vraem es tan compleja que la noción de un proceso de pacificación nacional resulta excluyente. “El escenario no es el mismo”, argumentan algunas voces en contra de la Ley 31494, las cuales hacen referencia a los años 80 y 90, cuando el país se desangraba a causa del terrorismo.

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No obstante, el panorama tampoco es el mismo por el incremento exponencial del narcotráfico en los últimos 20 años. Conforme al último reporte de Devida (2020), en esta parte del país hay una producción potencial de cocaína de 301,4 toneladas anuales.

Para Angela Vilca, antropóloga sanmarquina e investigadora en la selva central, es comprensible la desconfianza a esta nueva norma, pero consideró también que es necesario implementar mecanismos para fortalecer a los Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural ante la ausencia estatal.

“Otro punto es que en los últimos años se ha reducido la presencia del personal de la PNP y FF. AA. en el Vraem. Entonces, con esta norma podrían absorberlos como una especie de reserva y, teniendo en cuenta las condiciones en las que trabajan las mismas FF. AA., no hay ningún tipo de garantía para los CAD”, añadió Vilca.

Asimismo, exhortó a que se convoque a estas agrupaciones para construir las normas que los vinculen y se eleve el nivel técnico de estas. “Lo adecuado hubiera sido mejorar la ley que ya existe antes de crear una nueva”, anotó, y agregó que es crucial la implementación de una política de reparación para los integrantes de los CAD que combatieron en la época del terrorismo. El Estado sigue en deuda con ellos”, precisó.

“Los narcoterroristas vienen a amenazarnos”

Américo Salcedo, presidente de los Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural de la cuenca del río Ene, detalló que en su labor como dirigente de ese colectivo ha tenido que enfrentar muchas situaciones de riesgo en absoluta orfandad estatal.

“Nuestro objetivo es vigilar nuestro territorio, articulando con la PNP y las FF. AA. que se hagan presentes, porque dentro de las comunidades hay muchos problemas. No solamente por terrorismo, sino también por invasiones y narcotráfico. Es demasiado en la cuenca”, expresó.

Sobre si él considera necesario que los armen para continuar su labor como CAD, Salcedo dice que, en su experiencia, como alguien que vive en carne y hueso actividades ilícitas, siempre habrá problemas.

“Vienen a amenazarnos, amedrentarnos. Los narcoterroristas están acá, el armamento nos sirve para defendernos por si vienen”, advirtió el dirigente. Por eso exige reparación para los exintegrantes de los CAD y sus deudos. “El Gobierno debe recompensar a los excombatientes. Se han olvidado de ellos, deberían atenderlos”, manifestó.

La clave

Revisión. En medio del olvido y la estigmatización que han generado los miedos frente a la nueva ley, la Comisión de Defensa del Congreso ha anunciado que revisará el artículo 8 para restringir el uso de armamento a estas agrupaciones. Otra vez, de espaldas a los principales involucrados, quienes están cansados de que no se atiendan sus necesidades.

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