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Política

Soras: falta ubicar más de medio centenar de víctimas de Sendero Luminoso

Matanza. En julio de 1984, terroristas de Sendero Luminoso asesinaron a 117 comuneros que se rebelaron contra ellos. Se disfrazaron de policías e interceptaron un bus del Expreso Cabanino para llegar a las comunidades y asesinarlos. Hasta hoy se han entregado 39 de ellos. Los demás siguen desaparecidos.

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Crónica

“Hasta ahora no encuentro a mis padres Esteban y Sofía. Yo quisiera darles una buena sepultura. No tengo ni una foto. Nada”, dice Marcelina Flores Tello. Ambos fueron asesinados por Sendero Luminoso el 16 de julio de 1984 en la comunidad de Chaupihuasi, distrito ayacuchano de Soras.

Ella tenía solo 5 años de edad, su hermana Rosita apenas cumplió 3 años y el más pequeño, Alberto, contaba con 6 meses de nacido. Vivían en medio del horror iniciado por el terrorismo. Sus padres, así como los demás pobladores de las diferentes comunidades de Soras, decidieron enfrentarlos organizándose en rondas.

Los senderistas planificaron vengarse, y disfrazados de policías tomaron un bus de la empresa Expreso Cabanino que se dirigía a Soras. En el camino asesinaron a más de un centenar de personas en las comunidades que decidieron rechazarlos.

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Algunos sobrevivientes señalan que los asesinos estaban liderados por el “camarada José”, seudónimo de Víctor Quispe Palomino, que era mando político de Cangallo-Fajardo, a donde pertenece Soras.

“Yo he visto las cosas como pasaron en aquellos tiempos. Es como si hubiera pasado ayer... Con lampas y picos, he visto cómo mató a mi mamá y a mi papá”, cuenta.

Recuerda que ese día los profesores convocaron a los padres de familia a una reunión. Su madre fue llevando en brazos al pequeño Alberto y jalando a Rosita.

“Yo veía cómo se sangraba mi madre, cómo se sangraba mi sangre, mi hermano, que era un bebé... A mucha gente le cortaron los pies, las manos, con piedras sin piedad”, relata entre lágrimas, como si fuera ayer.

Su padre fue asesinado después, cuando fue a ver lo que pasaba. Lo mataron en una pampa.

Los hermanos fueron criados por diferentes parientes, y solo volvieron a verse una década después, cuando Marcelina cumplió 15 años.

A su lado está su cuñada Valentina Huamán, esposa de Alberto, que ahora tiene 38 años, y le ha contado cómo ha sido su vida desde que los senderistas asesinaron a sus padres.

“Él no está bien de salud. No tenemos agua ni luz. Al haber quedado huérfano de padre y madre, no ha podido estudiar bien. Necesitamos apoyo, para que no pase lo mismo con nuestros hijos”, indica.

Papá está muerto

Betty Sauñe vivió una similar historia de horror. Su padre, Rómulo, también fue asesinado por los terroristas ese día. Con apenas 6 años fue testigo de la masacre.

“El Cabanino bajaba por la carretera... estaban disfrazados de soldados. La gente decía vamos a escaparnos porque eran terrucos, pero una profesora decía que eran sus amigos soldados... entonces la población decía que había apoyarlos”, refiere.

Detalla que los hicieron formar en el patio de la escuela, pero por el pedido de uno de los profesores, que decía que era muy tarde dejaron ir a los niños.

“Era tanta la lluvia, que mis hermanos y yo nos quedamos bajo una piedra grande. Y empezamos a escuchar gritos del salón. ‘No nos maten’, gritaban. Cuando se fueron fuimos a ver. Mi hermano entró, y cuando salió, estaba lleno de sangre, sus zapatos, todo. Solo repetía: ‘papá está muerto, todos están muertos’...”, dice con voz entrecortada.

Horas más tarde, el ómnibus regresó de Soras, donde habían continuado con las ejecuciones, y asesinaron a más pobladores de Chaupihuasi.

“Nosotros éramos seis hermanos. Mi hermano mayor tenía 8 años. El más pequeñito tenía 3 meses de nacido... De allí no dormíamos en casa, íbamos a los cerros a dormir... estábamos abandonados”, señala.

Tampoco sabe dónde está enterrado su padre, pues todos fueron sepultados en una fosa.

“Toda la gente había hecho un pozo grande. Ahí aventaron todos los cuerpos. Había otros alrededor, que se los comían los perros, los chanchos, también los metieron”, sostiene.

Días después, los sacaron para enterrarlos en el cementerio de Doce Corrales, otra comunidad por donde pasó el ómnibus de la muerte.

A los 11 años, Betty dejó su pueblo porque los senderistas volvían y se llevaban a los jóvenes. Así escapó del terror.

Ni ella ni Marcelina han podido recuperar los cuerpos de sus padres. Hasta ahora siguen esperando que se los devuelvan, como ha ocurrido con 39 de las 117 personas asesinadas ese día.

Muchos de ellos fueron enterrados en los parajes donde los ejecutaron o en el cementerio de su comunidad. Y años después, una parte fue exhumada por el Equipo Forense Especializado (EFE), logrando su identificación y entrega a sus familiares para que pudieran recibir un entierro digno (Ver despiece).

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No una, muchas muertes

De acuerdo a la investigación realizada por la Comisión de Derechos Humanos (Comisedh), las víctimas eran de las comunidades de Sontohocha, Paclla-Chalapuquio, Badopampa, Sayropampa, Doce Corral, Yanama, Sayhua, Chaupihuasi, entre otras. Incluso había comerciantes del distrito cusqueño de Sicuani que estaban en Doce Corral.

Marina Tello vivía en Paclla y tenía apenas 2 años cuando mataron a su padre, Heraclio.

“Lo mataron en un cerrito de Paclla. No tengo muchos recuerdos, pero sé lo que pasó por lo que cuentan mis hermanos. Mi papá viajaba en el bus del Cabanino, de allí lo bajaron los terroristas con otras personas, los pusieron en fila y con piedras los mataron”, expresa.

Se enteraron por dos testigos que lograron escapar gravemente heridos.

“Él pedía que no lo maten porque tenía familia, pero no tuvieron piedad... Yo no tengo más recuerdo de mi padre, no sé cómo lo enterraron. Mis hermanos eran más grandes. El mayor tenía 18″, refiere.

Ellos tuvieron la suerte de encontrar a su padre para darle cristiana sepultura.

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El 2013, la Fiscalía inició un proceso penal contra la cúpula senderista como autores mediatos de la matanza de Soras, entre los que está el fallecido cabecilla Abimael Guzmán, Osmán Morote y Elena Iparraguirre; y Víctor Quispe Palomino como autor directo, quien está prófugo de la justicia. El 2018, la Fiscalía presentó la acusación fiscal, y está listo para que la Sala Penal Especial inicie el juicio oral.

A 37 años de estos crímenes, los familiares de las víctimas aún esperan justicia y reparación.

Han recibido un promedio de 800 soles por sus padres, que más parece una limosna. Y aunque existen normas para que, en su calidad de víctimas puedan tener acceso a salud y educación para sus hijos, por trabas burocráticas no han podido acceder a ninguno de esos beneficios.

“La oportunidad que no pudimos tener nosotros, porque el terrorismo asesinó a nuestros padres, la pueden recibir nuestros hijos. El Estado no estuvo presente cuando los mataron, no estuvo cuando nos quedamos solos. Ahora que estén para nuestros hijos”, pide Marcelina en nombre de todas las víctimas.

Se han restituido 39 víctimas del expreso Cabanino

De acuerdo a información del Equipo Forense Especializado (EFE) y el fiscal coordinador de las Fiscalías de Derechos Humanos y Terrorismo, Daniel Jara, entre setiembre del 2010 y octubre del 2012 se realizaron cuatro diligencias de exhumación en comunidades del caso Soras, recuperándose 55 restos. Hasta el momento se han restituido 39 de ellos, quedando pendientes 16 casos. Sin embargo, de acuerdo a sus investigaciones y de Comisedh hubo poco más de un centenar de fallecidos, por lo que falta exhumar medio centenar de víctimas.

En las diligencias preliminares, el EFE determinó sitios de entierro, realizó registros antemorten, toma de muestras a familiares para el análisis genético, que servirán para identificar los cuerpos que faltan. Como el caso está judicializado, el Poder Judicial debe ordenar la exhumación.

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El dato

Si tiene información que ayude a encontrar a las víctimas de Chaupihuasi y otros poblados de Soras, llame a la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Teléfono 204-8020, anexos 2921 y 2923.

Periodista de la sección Política del diario La República. Egresada de la universidad Jaime Bausate y Meza. Ganadora del Premio Periodismo y Derechos Humanos 2005 otorgado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH). Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre hechos políticos y la violencia interna que vivió el país.