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Política

El virus del populismo económico

El coronavirus como biombo para las ideas trasnochadas.

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Tras el muy buen mensaje del presidente Martín Vizcarra que prorrogó la cuarentena y trajo un paquete de alivio económico, un riesgo es que reviva la antigua aspiración de algunos por cambiar el enfoque económico aplicado en el país en las últimas tres décadas con el pretexto del coronavirus.

El atajo de ese propósito usualmente planteado por la izquierda peruana que no ha sido capaz de modernizarse, como sí lo han hecho sus parientes de otros países, es el cambio del capítulo económico de la constitución pues le atribuyen al papel subsidiario del estado el obstáculo principal para alcanzar al paraíso que imaginan, pero al que no saben cómo llegar.

Es ese estado subsidiario el que ese sector cree que detiene a instrumentos absurdos que plantean, como el control generalizado de precios –con excepción del salario, otro precio clave de la economía– por la desconfianza absoluta en el mercado, la fe indesmayable en que el estado es el mejor asignador de los recursos en la sociedad, y la suspicacia militante a la empresa privada.

Ese pensamiento mágico es el que buscan reponer usando al coronavirus como biombo, como se desprende de algunos proyectos planteados en el nuevo congreso, con más buena intención que conocimiento, sin reconocer que el grave contexto del país puede generar un incremento de costos que no tienen que ver con el acaparamiento.

El desafío inédito, enorme y singular de la pandemia exige un esfuerzo crucial del estado que no es contradictorio con el papel que este debe tener, ni mínimo como postulan los panfletarios de un lado, ni máximo como quieren sus homólogos del frente.

El enfoque económico aplicado en el Perú desde hace tres décadas ha permitido generar los recursos fiscales que hoy pueden ayudar a contener el avance del coronavirus, aunque no ha sido capaz, todavía, de construir una institucionalidad regulatoria que minimice las externalidades negativas, así como la infraestructura social –como en la salud– que requiere el estado, pero la amenaza del coronavirus no debe servir como camuflaje para quienes quieren volver a controles y hasta estatizaciones encubiertas, cuyo fracaso en el pasado ya se ha probado de manera contundente.

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