¿Viajando en el Titanic?
“Lo más probable es que estemos frente a una crisis final del gabinete Zevallos que semanas atrás tuvo un “refresco” con la salida de tres ministros”.
- Ministro del Interior pidió renuncia de su asesor por oponerse a compra de fusiles
- 86% cree que la crisis política sí lo perjudica en la vida diaria

En estos últimos días dos ministros han sido acusados por la fiscalía de estar implicados en malos manejos. Para algunos, detrás de los ataques contra la ministra de la Producción estarían sectores ligados a la pesca que no le perdonan la reorganización de IMARPE. El otro cuestionado es el flamante ministro de Transportes acusado de “peculado simple” por una obra en Puno, cuando era director de Provías Nacional en 2018. Mientras que la ministra de la Producción ha rechazado estas acusaciones y ha puesto su cargo “a disposición”, el segundo está en “evaluación” según palabras del primer ministro.
Por ello, lo más probable es que estemos frente a una crisis final del gabinete Zeballos, que semanas atrás tuvo un “refresco” con la salida de tres ministros, dos de ellos ligados al caso Odebrecht. También es probable que su tiempo de vida esté ligado al inicio del nuevo Congreso. En ese momento el presidente Vizcarra tendrá la oportunidad no solo de cambiar la totalidad del gabinete sino de tejer alianzas y lograr el voto de confianza del Congreso para así comenzar una suerte de “nueva etapa”. El gobierno de Vizcarra es el que más ha cambiado ministros en estos 20 años de democracia (35 en casi dos años). De esos 35, siete ministros (podrían ser nueve) son del gabinete Zeballos.
Sin embargo, abrir una “nueva etapa”, necesaria, por cierto, obliga al presidente Vizcarra a negociar no solo una agenda ejecutivo-legislativo que incluya los más de 70 decretos de urgencia sino también el nombramiento de los futuros ministros del nuevo gabinete, así como ciertas concesiones a los partidos políticos vinculadas, sobre todo, a la reforma política, al relanzamiento de nuestra economía y a la seguridad ciudadana.
Hace unas semanas Giovanna Peñaflor en un programa de radio sostuvo que había que comparar el gobierno del presidente Vizcarra no con los gobiernos anteriores sino más bien con el gobierno de transición de Valentín Paniagua de hace 20 años.
No le falta razón. Ambos, Vizcarra y Paniagua, no fueron presidentes electos por el voto popular. La diferencia, además de la duración de ambos mandatos, es que Paniagua en ese momento era congresista y, por lo tanto, elegido por el Congreso luego de la vacancia del presidente Fujimori y la renuncia de los dos vicepresidentes. Dicho de otra manera, el ascenso de Paniagua a la presidencia fue expresión de una lucha política y social y que al mismo tiempo implicó un complejo proceso de negociación (que algún día habrá que contarlo) con todos los partidos ya que se tenía al frente a un enemigo común: el régimen autoritario y al propio Alberto Fujimori. Fue ese factor, además de sus dotes como gran político, el que le dio estabilidad a su gobierno pese a tener su partido (AP), una bancada de cuatro parlamentarios y lo que convirtió su presidencia, al mismo tiempo, en un gobierno de transición, en la medida que implicaba un cambio de régimen y no solo de un presidente a otro como sucede con Martín Vizcarra que, además, no tiene ni partido ni bancada en el Congreso.
Por eso creo que Martín Vizcarra, más allá que su futuro no sea nada fácil, más si le sumamos los problemas derivados de la fragmentación de los partidos políticos y por tanto la dificultad para llegar a acuerdos, tiene la posibilidad y la obligación de organizar un legítimo “gobierno de transición”. Otra posibilidad es aceptar que estamos viajando en el Titanic y que todo es cuestión de tiempo…
Alberto Adrianzén. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.