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Política

Mar de fondo

“Imarpe no se salvó de esas malas artes de las puertas giratorias que embarran a casi todas nuestras entidades públicas”.

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Soy un convencido de que todo periodista debe incluir al aparato estatal en su experiencia profesional. Nos permite conocer las entrañas del monstruo.

De todas las entidades públicas me hubiera gustado trabajar en el Instituto del Mar del Perú. Suena hasta poético:

-¿Dónde trabajas?

-En el Instituto del Mar… “el mar/ el siempre mar…” (grande Borges).

Y es que el mar no solo es fuente de salud y de inspiración, también es pieza fundamental de nuestra historia. Desde leyendas como la de Naylamp, hasta la épica del monitor Huáscar, pasando por sus caletas de pescadores y el potaje emblemático del Perú.

Pero una serie de reportajes publicados por Ángel Páez, en La República, reveló una realidad más cruda que el insumo del ceviche: los funcionarios y tecnócratas de Imarpe falsearon la información para beneficiar a las mafias de las grandes empresas pesqueras exportadoras de harina de pescado.

Ahora sabemos que Imarpe no se salvó de esas malas artes de las puertas giratorias que embarran a casi todas nuestras entidades públicas.

Y demuestra una vez más que nuestra “riqueza natural” se puede convertir en una maldición. El salitre, el guano de las islas, la harina de pescado son exportaciones tradicionales que provocaron las mayores tragedias sociales y ambientales en el Perú republicano.

Da pena comprobar que el Instituto del Mar del Perú no fue una excepción. Una entidad que se jactaba de sus científicos e investigadores, ahora desprende un hedor similar al de las fábricas de harina de pescado.

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