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“La dispersión, el principal elemento del 26-E, es una cara de la medalla. La otra es el vacío”.

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Algunas ideas muy escuetas sobre las elecciones del 26 de enero, con cargo a profundizarlas:

1.- Los resultados del 26-E son un débil impulso a la transición y a la innovación del sistema político; exponen una democracia mínima -en votaciones, ideas y liderazgos- con escaso rendimiento, a la espera de nuevas propulsiones. En ese sentido, el “sistema”, en sus componentes buenos y malos, ha ganado y se prepara para reordenarse de cara a las elecciones del 2021 con actores nuevos y conocidos. No hay disrupción.

2.- La dispersión, el principal elemento del 26-E, es una cara de la medalla. La otra es el vacío. Nueve partidos concentran poco más de 2/3 de votos válidos, que no se debe como en algunos países a la pluralidad de opciones, sino a la falta de mensajes diferenciadores; ello no enriquece la representación sino la hace más difusa y precaria. El vacío por dispersión amenaza la democracia peruana.

3.- No es cierta la supuesta radicalización de los electores. Al contrario, el segundo mensaje del 26-E es que los ciudadanos premiaron la prudencia y hasta el silencio, y castigaron la estridencia conservadora. En tal sentido, las elecciones completan la despolarización que se inició el 30 de setiembre con la disolución del Congreso.

4.- Una lectura territorial no puede obviar los límites de la élite política limeña para relacionarse con las regiones. En medio de la dispersión, los ciudadanos han votado más por partidos nacionales sin caudillos nacionales que basaron su campaña en sus fuerzas locales en un contexto de un bajo financiamiento electoral. AP hizo valer sus 3 regiones, 35 municipios provinciales incluyendo la capital, y 354 distritales incluyendo una docena en Lima; APP sus 4 regiones, 26 municipios provinciales y 232 distritales; y en menor medida Somos Perú, con una region y decenas de municipios. La misma tendencia es aplicada en contrario a los partidos que no realizaron una campaña nacional como el Partido Morado, al que empieza a perseguir el fantasma del PPC y PPK.

5.- Las votaciones del Frepap, Podemos y UPP son una insurgencia anónima, un rechazo sin pedradas a la élite, con claves diferenciadas. El del Frepap es un voto “nuevo” pero es un error absolutizar esa votación. No es rural (no registra altas tasas de votación en regiones “rurales”), no es per se antilimeña (el 43% de sus votos son de Lima) ni amazónico/serrano (10 de sus congresistas son de regiones de la costa). El de Podemos no es un voto “nuevo” y el de UPP solo ha migrado una parte del que tuvo el F. Amplio del 2016.

6.- Esta emergencia no es un fenómeno estructural, aún no, sino una sorpresa electoral. Como sufragio, uno de cada cuatro votos, estos grupos se beneficiaron del éxito de la campaña “no pierdas tu voto”, y en lo político, sus adhesiones no habría que buscarlas exclusivamente en el radicalismo sino en la desafección, un “anti” nuevo y más grande que no sabemos si persistirá el 2021. Si hay algo radical ahora, es frente a lo malo conocido.

7.- La reacción de ciertos análisis es dramática. A la culpa de “no los vimos venir”, obviando el factor de volatilidad, se agrega una visión contemplativa del Frepap, un “otro” no contactado, puro y poco civilizado en los códigos democráticos. Poco falta para que se soliciten análisis anatómicos de los políticos diversos, cuya presencia no se entiende.

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