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Política

¿Qué nos espera mañana?

“La verdadera nube gris que nubla nuestro camino, y que ya se ha vuelto tormenta en otros países, es la del oscurantismo, que no es otra cosa que el miedo al futuro”

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Las elecciones de mañana aparecen aburridas, ineptas para despertar emociones colectivas. La apatía se debe, principalmente, a la desafección frente al parlamento y los políticos. Hay consistencia entre querer que se cierre el Congreso y abstenerse o votar en blanco o viciado, en la elección de mañana. Es la deslegitimación de la política.

Basta con ver de candidatos a algunos personajes del disuelto Congreso, o comprobar cómo viejos virus contaminan a proyectos nuevos, para ahuyentar al más ferviente de los creyentes en las virtudes de nuestra imperfecta democracia.

En este cuadro, hay que tener expectativas mesuradas, y no maximalistas. Del nuevo Congreso, cabe esperar, ante todo, que disminuyan los niveles de confrontación y de obstruccionismo, tal como asomó en el encuentro de una decena de fuerzas competidoras, realizado en la Asociación Civil Transparencia el último lunes.

También puede esperarse que se diluya el blindaje y que se avance en la lucha contra la corrupción y en las reformas judicial y electoral. Es de puro sentido común.

Resulta verosímil que, por fin, haya consenso para reducir la privatización y mercantilización de la vida política, a través de una adecuada penalización del financiamiento clandestino y una más efectiva separación entre intereses privados y opciones políticas. Quizás se pueda terminar con la cifra repartidora y hasta avanzar hacia el bicameralismo. Para esto último es fundamental que el número de congresistas salga del texto constitucional y pase a una ley que pueda irse alterando, como es normal, al ritmo de la demografía y los desplazamientos territoriales.

Todo esto sería aplicable a partir del 2021, si el nuevo Congreso vota, de entrada, la norma que disminuya transitoriamente el plazo de un año para modificar las reglas del juego electoral.

Más difícil, pero no menos necesario, sería avanzar medidas para recuperar el crecimiento económico, disminuyendo las brechas sociales, que es la razón de ser del Estado.

Y lo que definitivamente no cabe esperar es que este Congreso lleve a la construcción de genuinos partidos políticos. Como han demostrado Steven Levitsky y Mauricio Zavaleta, “las normas electorales no crean marcas partidarias efectivas o identidades partidarias duraderas. No es posible crear militantes de base a partir de una ley”. De hecho, no fue por la ley que surgió el Partido Civil en 1870, el Partido Aprista Peruano en 1931 o Acción Popular en 1956. Y es, a pesar de la ley, que ha nacido el Partido Morado.

La verdadera nube gris que nubla nuestro camino, y que ya se ha vuelto tormenta en otros países, es la del oscurantismo, que no es otra cosa que el miedo al futuro. En escala menor, el mismo miedo que conmocionó a Europa en el año 1000 y que remite todo a Satanás, como diría un exarzobispo de Lima.

El miedo al futuro, fundamento de los conservadurismos religiosos y políticos, viene a ser lo mismo que el “miedo a la libertad”, título del famoso libro de Erich Fromm, que explica el surgimiento del nazismo en el siglo pasado. En este miedo radica el verdadero peligro visible hoy.

Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.