Un capítulo se cierra y otro se abre
La constitucionalidad de la disolución decidida por el TC.
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La conclusión anunciada ayer por el Tribunal Constitucional sobre la constitucionalidad de la disolución del Congreso de la república decidida el 30 de setiembre pasado, cierra un capítulo de la historia política peruana, y abre otro aún de pronóstico incierto.
El capítulo que se cierra es el del dominio abusivo y prepotente del fujiaprismo y sus aliados para controlar la política peruana en función de intereses que, como se está demostrando, eran subalternos en el sentido de quererse imponer por la fuerza de sus votos en vez de la razón de la conveniencia del país, con el fin de asegurar impunidad de sus dirigentes ante la justicia, y beneficios particulares para sus financistas.
En ese camino, el fujiaprismo no tuvo ningún reparo en lanzar ataques para tumbar a presidentes, ministros y todo lo que, en general, obstaculizara sus objetivos, hasta que el 30 de setiembre terminó todo su plan cuando, usando las armas de la constitución –según concluyó ayer el TC–, el presidente Martín Vizcarra decidió disolver el Congreso luego de que se le negara al gabinete una segunda cuestión de confianza en el lustro político.
En este sentido, el fallo del TC es un fracaso contundente del fujiaprismo, el cual no solo cayó en el plano constitucional sino en el político, con una derrota plena de sus líderes e intenciones.
Luego de un inicio sinuoso, en el que dejaba entrever un pacto con el fujiaprismo para llegar a la presidencia con su apoyo y mantenerse en la presidencia sirviendo a sus intereses, el presidente Vizcarra tuvo el mérito de conducir este proceso de terminar con la hegemonía de FP y del Apra, que tuvo como protagonista, en el momento final, al expremier Salvador del Solar.
Todo eso terminó ayer con la sentencia del TC, la cual, sin embargo, debiera venir acompañada de recomendaciones concretas para evitar que las cuestiones de confianza se conviertan en cheques en blanco para gobiernos que pretendan gobernar sin oposición.
El capítulo que se abre ahora, tras el fallo del TC y la elección de un nuevo Congreso, no tiene, sin embargo, el éxito asegurado. Por el contrario, la campaña en marcha deja más de una inquietud sobre un futuro que no se proyecta necesariamente optimista.
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