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Política

La ultra se tiñe de amarillo

“La nueva clase media y los emergentes populares quieren mantener el modelo y no desean sobresaltos”.

TAFUR
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La irrupción de Solidaridad Nacional como nuevo vehículo de la derecha conservadora tendrá un relativo impacto en la política peruana y por cierto en el movimiento que hasta hace poco monopolizaba esa tendencia, como era Fuerza Popular.

El giro que Alberto Fujimori le viene dando al partido naranja incide a favor de las huestes amarillas. Si el expresidente, fiel a su esencia histórica, logra alejar a FP de los cartabones moralmente reaccionarios en los que se esquinó Keiko, es probable que el partido logre digerir el trauma keikista, pero al mismo tiempo deja libre un flanco nutritivo a su derecha, disponible para agrupaciones como la del exalcalde limeño Luis Castañeda.

Debe recordarse que el fujimorismo auroral estaba muy lejos de ser conservador, tanto así que en los 90 este sector prefirió expresarse políticamente a través de Renovación Nacional, con Rafael Rey, Enrique Chirinos Soto, Francisco Tudela y Arturo Salazar Larraín, entre otros. Fue Keiko quien quiso extender el fujimorismo hacia tales extremos y en el camino perdió su eje histórico, que hoy su padre estaría tratando de recuperar.

En medio de ese trance, aparece Solidaridad Nacional y hay que reconocerle que ha desplegado una campaña muy efectiva, subrayando el mensaje, su radicalidad y a sus portavoces. Casi sin proponérselo ha borrado de la superficie a Contigo, otro partido que amagó coquetear con este electorado y hoy ha sido pasado por encima por la algarada amarilla y el peso político de Fuerza Popular. Claramente, los expepekausas han elegido mal su nicho y lo más probable es que ni siquiera pasen la valla electoral.

¿Es tiempo para la ultraderecha en el Perú? El advenimiento de opciones extremas en el mundo parece acontecer cuando previamente se desata una crisis de legitimidad política. En Brasil, por ejemplo, el escándalo Lava Jato fue el alimento de Bolsonaro.

En nuestro país la crisis política ha sido tremenda, pero la polarización electoral consecuente ha sido atenuada por el relativo éxito político de Vizcarra, quien, referéndum y disolución del Congreso de por medio, ha logrado encaramarse sobre la irritación popular y tranquilizar los ánimos.

Por ello, no dejan de tener cierta racionalidad algunos voceros de Solidaridad Nacional cuando hablan de la vacancia de Vizcarra como meta del nuevo Congreso. Necesitan que el actual régimen haga implosión y se desate el caos político. Saben muy bien que solo si eso ocurre podrían alinearse los astros y tentar suerte.

La realidad social no les es propicia. Hay una innegable conservadurización del electorado peruano después de la crisis económica y el azote del terrorismo en los 80 y primeros años de los 90, pero este segmento de la ciudadanía se aproxima más a la defensa del statu quo que a alguna apuesta disruptiva. La nueva clase media y los emergentes populares quieren mantener el modelo y no desean sobresaltos. En el mejor de los casos, pueden entusiasmarse con quien invoque optimismo respecto del futuro por venir. El ultrismo peruano, en cambio, es agrio y por eso no sintoniza con las mayorías, resulta más bien marginal y solo podría asumir un papel protagónico si se desatan tiempos de zozobra.

-La del estribo: en medio de la estacional sequía teatral, algunas películas muy recomendables: la ácida Border, del director Ali Abbasi; la entrañable The Farewell, de Lulu Wang; la desoladora The Lighthouse, de Robert Eggers y la sarcástica Jojo Rabbit, de Taika Waitit. Por supuesto, no están en la cartelera formal de los cines locales, sino donde su proveedor favorito.

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