Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas
Política

Discordias internas política exterior

“La candidatura de un peruano a la OEA se presenta cuando el Perú acaba de oponerse a las iniciativas de intervención militar en Venezuela”.

RONCAGLIOLO
RONCAGLIOLO

El Perú, junto con México, es uno de los dos únicos países medianos o grandes de América Latina que nunca han tenido un secretario general, en los setenta años de vida de la OEA.

Hubo, sin embargo, en los últimos lustros, dos ocasiones perdidas. La primera se produjo cuando la elección del chileno José Miguel Insulza, en el 2005. El expresidente Valentín Paniagua pudo haber postulado entonces, pero, al parecer, el gobierno peruano prefirió esperar un empate entre el candidato chileno y el mexicano para proponer un tercero. Como el mexicano renunció, Insulza fue elegido y el Perú se quedó solitario, sin soga ni cabra.

La segunda ocasión se dio en el 2015. Desde el 2012 la Cancillería había propuesto internamente al excanciller Diego García Sayán. Pero el gobierno solo se interesó muy tardíamente, cuando ya la candidatura sudamericana del uruguayo Luis Almagro había alcanzado velocidad de crucero, y no hubo ninguna gestión de alto nivel para apoyar al peruano. García Sayán terminó renunciando.

En general, el Perú ha sido muy discreto en postular a peruanos a puestos de resonancia internacional, después de la Secretaría General de la ONU de Javier Pérez de Cuéllar. Dicho sea de paso, esta exitosa candidatura no se originó en el gobierno peruano, cuyo Senado acababa de vetarlo para ser embajador en el Brasil.

Chile, por poner un ejemplo de contraste, tuvo prácticamente al mismo tiempo la Secretaría General de la OEA y la Dirección Regional del PNUD, así como la OIT y ONU Mujer: cuatro cargos que no suelen concurrir en ciudadanos de un mismo país. No es que no hubiera peruanos calificados y con consenso para otros puestos. Lo que pasa es que se ha puesto las discrepancias internas por encima de la proyección del país.

En el caso actual, la candidatura de un peruano a la OEA se presenta cuando el Perú acaba de oponerse a las iniciativas de intervención militar en Venezuela. El colmo de tales iniciativas ha sido desenterrar al tristemente célebre y vetusto Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).

Pero la coyuntura es harto compleja. Vivimos un predominio de las fuerzas centrífugas, y la OEA ha dejado de gravitar en algunas de las situaciones más complejas de la región, en las que han jugado un papel clave la Unión Europea o las Naciones Unidas.

Más aún, es obvio que en el siglo XXI estamos transitando a un orden que ya no será el de la era multipolar ni el de la era bipolar ni el del breve momento unipolar, sino una situación nueva, en la que se entremezclan escenarios globales y regionales junto con hegemonías diferenciadas (militar, económica, política, de legitimidad). Todo funciona como tableros cruzados de lo que el profesor canadiense de origen indio, Amitar Acharya, ha llamado un “mundo multiplex”.

En este nuevo paisaje, América Latina está más que nunca obligada a la unidad. Baste mencionar que ni los europeos de la UE, ni los asiáticos de la ASEAN, ni los africanos de la UA, ni los árabes de la Liga Árabe cuentan hoy con una contraparte latinoamericana con la cual discutir y cooperar en este mundo multiplex.

Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.