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Política

Vieja mala costumbre

“De Vernouillet, 1875: “La elección de la presidencia en el Perú se ha convertido más o menos en una especulación, en un negocio como los otros””.

Páez
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La revelación de Jorge Yoshiyama Sasaki sobre el encargo que le dio Keiko Fujimori de recaudar clandestinamente dinero entre empresarios para financiar su campaña presidencial, es la confirmación de la continuidad de una vieja mala costumbre entre los políticos de evadir la ley para no registrar las donaciones.Si el caso Lava Jato algo ha demostrado, es que a los políticos no les importa pedir ni recibir dinero sucio. Lo único que les interesa es llegar al poder. Es una amoralidad histórica.

En efecto,el 12 de agosto de 1875, el cónsul francés en Lima, Claude de Vernouillet, informó a sus superiores: “La elección a la presidencia (en el Perú) se ha convertido más o menos en una especulación, en un negocio como los otros, si no para el candidato mismo, al menos para su partido”.

Los empresarios que donaban dinero a la candidata Keiko Fujimori, y a otros aspirantes de distintos partidos de su preferencia, sin reportar los fondos a las autoridades, lo hicieron no convencidos por los planes de gobierno, las propuestas de reformas o por el bienestar nacional, sino en busca del beneficio propio. Un propósito que incluso se hereda entre las familias empresariales, como en el caso de Dionisio Romero Seminario, quien aportó a las campañas de Alberto Fujimori. Un gesto que repitió su hijo Dionisio Romero Paoletti con Keiko Fujimori.

En las páginas del libro Informes de los cónsules franceses en Lima 1842-1877, del historiador Jaime Urrutia Ceruti, es posible comprobar este tipo de conductas que se repiten hasta hoy. Por ejemplo, en una carta del cónsul Edmond Lesseps, del 13 de octubre de 1866, menciona la captura del poder como botín político: “(El Perú) es un país acostumbrado desde la independencia a recibir todo de las cajas del Estado sin verter nada en ellos”.

Es un tipo de clientelaje que necesita de un Poder Judicial a su servicio para sobrevivir, como lo mencionó el cónsul Arnaud Lemoyne, el 10 de mayo de 1846: “En el Perú la administración de justicia no presenta ninguna garantía, porque los jueces generalmente tienen el alma venial, porque vista su amoralidad siguen la mayor parte del tiempo la devoción del poder”. Es verdad, somos un país donde “los lazos de ahijado y el padrino son muy fuertes” en el ámbito de la justicia, como escribió Charles Gauldree-Boileau, el 12 de noviembre de 1869. Nuestra una historia es una repetición de malas costumbres.

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