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Política

Volver a las políticas

La nueva gestión del Ministerio de Cultura.

Editorial
Editorial

La designación de Sonia Guillén como ministra de Cultura es la novena en poco más de tres años, de modo que el primer deseo para su gestión es el que dure en el cargo el tiempo suficiente para encauzar el sector más abandonado del Gobierno central, y el más perjudicado con la alta rotación de ministros.

Con la designación, el ministerio retorna a manos de una especialista con una reconocible experiencia en la gestión del patrimonio. Esta será por lo tanto una gran oportunidad para recuperar el manejo de las políticas públicas en cultura y, en realidad, reiniciar procesos detenidos a causa de la inestabilidad.

Entre los problemas urgentes que encuentra la nueva titular del sector se tiene la situación del Instituto de Radio y Televisión (IRTP) que ella ha zanjado rápidamente solicitando que el nuevo Congreso apruebe la ley de la TV pública, que resolvería el pendiente que ha hecho crisis en la anterior gestión ministerial; y el caso del Aeropuerto de Chinchero en el que se ha puesto de lado de la sugerencia de la UNESCO sobre la necesidad de una evaluación con especialistas competentes.

La ministra se ha aproximado a este delicado asunto reconociendo la existencia de diferencias en el Ejecutivo a razón de las funciones de los sectores, aunque ha señalado que su compromiso es con el patrimonio, no solo de Chinchero, sino del impacto en el Cusco. Se aprecia de ese modo una toma de posición.

Volver a las políticas en el sector Cultura sería muy provechoso, sobre todo para la cultura misma. La nueva ministra se ha hecho eco de la necesidad de contar con normas, regulaciones y manejos que protejan los recursos culturales. En ese sentido es saludable que coloque como una prioridad de su sector la aprobación del documento de Políticas Culturales, la Ley General del Patrimonio, el Reglamento de Intervenciones Arqueológicas y la Ley del Sistema Nacional Museos.

En esa perspectiva, acaso lo más desafiante sea el tratamiento de la diversidad cultural del Perú, que no se atiende exclusivamente con campañas publicitarias o el privilegio público de áreas de consenso social, sino con la avocación al desafío de la relación y diálogo entre las culturas en un territorio vasto e intercultural, en el marco de un proceso de descentralización.

En un país donde el Estado no es eficaz en la lucha contra el racismo, o que experimenta retrasos en la consulta previa y participación de los pueblos indígenas, y en la promoción de las lenguas indígenas, la idea de volver a las políticas públicas tiene letra y música.