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Política

Sombras de enero

Una posibilidad hipotética es que la elección no se decida en el presente sino en el pasado. Es decir no en el tiempo real de la campaña misma, sino en la resaca de estos tres años de efectos políticos de los destapes en la corrupción.

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¿Qué va a decidir las elecciones dentro de siete semanas? Pareciera que no van a ser tanto las campañas mismas, severamente opacadas por la publicidad de los fuegos cruzados judiciales. Así, en las principales circunscripciones a los candidatos les va a resultar difícil llegar a su público objetivo. ¿Significa esto una elección a ciegas?

Los candidatos sin trayectoria tienen un serio hándicap en la falta de tiempo y posibilidades publicitarias para hacerse conocidos. Los partidos que han funcionado, incluso más de una vez, como vientres de alquiler traen problemas de identidad frente al electorado. Las encuestas ya prácticamente los están desapareciendo de escena.

De modo que las apuestas se inclinan hacia los aspirantes que ya son conocidos y además van en listas de partidos con decenios de funcionamiento. La excepción a esto podría ser el Partido Morado, que trae el impulso de una frustrada irrupción en las presidenciales del 2016. Es el único caso en el que tiene sentido esperar una sorpresa.

Aun así, los candidatos, conocidos o no, no esperan con los brazos cruzados y hacen campaña. Hasta ahora ninguna ha logrado romper el cerco de relativa indiferencia que rodea a toda la elección, y se supone que todas están contando con la acumulación gradual de buenas voluntades en torno al voto preferencial. En muchos casos es el único camino.

Una posibilidad hipotética es que la elección no se decida en el presente sino en el pasado. Es decir no en el tiempo real de la campaña misma, sino en la resaca de estos tres años de efectos políticos de los destapes en la corrupción. Es decir que el casi 80% que opinó a favor de disolver el Congreso pesará mucho en por quién votar o no para el próximo.

Imaginemos, entonces, 20% repartido entre las tres listas de la derecha más opositora, y el resto repartido entre múltiples partidos oficialistas o neutros. Así estos últimos, aun perteneciendo a una corriente formalmente ganadora, corren riesgo de caer en el doble foso de la cifra repartidora y la valla electoral del 5%.

Es probable, entonces, que los dados estén cargados hacia figuras que van del centro derecha hasta la derecha a secas, con desventaja para todos los demás sectores. No es inevitable, pero tampoco descartable.

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