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Política

Peruanos inesperados

“En las páginas de Neyra o en nuestras propias lecturas, nos produce un sobresalto: como si nos descubriéramos a nosotros mismos, insólitos, inesperados”.

MIRKO
MIRKO

El diplomático Alejandro Neyra (mencionar la profesión tiene sentido en este caso) acaba de reeditar su libro sobre Peruanos de ficción, dedicado a expandir nuestras fronteras culturales. La obra acopia, comenta con salero, y amplía hasta lo insólito el radio de las apariciones de nuestra nacionalidad en el continente de la creación mundial.

Pescar al peruano intercalado en textos y situaciones de fuera donde el lector no se lo esperaba, y sacar alguna conclusión de ello, ha sido el hobby de varios de nuestros autores. Destacan, para mi gusto, Luis Loayza, Julio Ortega y Fernando Iwasaki. En todos el peruano transterrado es una presencia solo soportable con una dosis de humor irónico.

Ahora Neyra se suma a ellos, con una breve, genuina enciclopedia, de quienes para bien o para mal nos consideraron, por lo general fugazmente. La lista cubre un territorio variado, en el tiempo y en el espacio, de lo bastante remoto hasta lo muy contemporáneo (Emmanuel Carrère, Harry Potter). Pero cada aficionado sin duda tendrá una aparición que se le escapó (¿The Beach Boys?).

Somos un país al que han visitado en la historia pocas figuras mundiales de las letras o las artes, y nos hemos resignado a ello, y las que llegaron lo hicieron de paso. Nos aislaron la distancia en millas, la austeridad del medio cultural, la poca inclinación al cosmopolitismo. En esto no fuimos atractivos como, digamos, Argentina o México.

Neyra nos hace ver que si bien pocas celebridades quisieron venir, muchas pensaron en nosotros a la hora de crear. No pudimos importar, exportamos. Algunas nos dedicaron obras enteras, otras usaron la palabra Perú como el emblema de algo que en verdad no correspondía a la realidad.

La solapa del libro ofrece sorpresas, y en efecto en todos los casos el encuentro con cada peruano, en las páginas de Neyra o en nuestras propias lecturas, nos produce un sobresalto: como si nos descubriéramos a nosotros mismos, insólitos, inesperados.

Desde la mirada local, para la cual el libro fue escrito, casi sin excepción un peruano de ficción, la feliz definición que ha inventado Neyra, es un descolocado. Algo que ni la masiva migración ha podido remediar. Al juntarlos el autor ofrece lectura entretenidísima, pero no hace sino aumentar la desolación.

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