Incultura

Escribo esta columna cuando ya está cantada la renuncia del ministro Petrozzi. Pero sigo creyendo que con la cobertura dedicada a todo este escándalo, los canales de TV locales se estarán peleando por contratar a Hugo Coya ahora que está suelto en plaza. Así podrán evitar despliegues noticiosos nauseabundos como el que provocó la excarcelación de Keiko.

Lo cierto es que Francisco Petrozzi quedó como un mentiroso y/o un desleal: Coya reveló que el titular de Cultura le dijo que dos funcionarias del entorno de Vizcarra presionaron por su despido (Petrozzi lo niega), pero sí reconoció que el mandatario y el titular de la PCM estuvieron de acuerdo en su decisión. Como si la bajada de dedo hubiera nacido en Palacio.

Veo también un caso de figuretismo político. Petrozzi llamaba día y noche para que difundan sus actividades. Sobre todo aquellas en las que él figuraba.

Pero el tema de fondo es la nula importancia que le da el Gobierno de turno a la cartera de Cultura: 8 ministros desde que PPK juramentó como presidente. De ellos, apenas un par reunían las condiciones académicas y públicas para ocupar la cartera. El nombramiento de Petrozzi, empero, demostró que a Vizcarra tampoco le interesa el tema y usó al Mincu para pagar favores políticos de un exfujimorista.

Lo peor es que todo este escándalo opacó el inminente derrumbe de Kuélap, joya arqueológica y turística del norte peruano. El tema compromete a Mincu y Mincetur, pero tuve la esperanza de que un ingeniero como Vizcarra asumiría su reconstrucción como una cuestión de Estado.

Pero ya perdí las esperanzas y Kuélap, ay, seguirá muriendo. ❖