Por qué Vizcarra botó a Coya

El despido de Hugo Coya de TV Perú es una señal peligrosa del presidente Martín Vizcarra –quien firmó la RM del cese– pues implica un grave retroceso en el pluralismo informativo que deben tener los medios del estado.

Coya vino siendo advertido por el ministro Francesco Petrozzi, primero, que la cobertura de las actividades del presidente Vizcarra era insuficiente.

Para cualquiera que demanda esta información cotidianamente –como este columnista–, eso es mentira pues las apariciones presidenciales sí han sido divulgadas apropiadamente, salvo que se quiera cobertura proselitista.

Segundo, Petrozzi observó varias veces que no se debía dar espacio al fujimorismo en TV Perú. Cuando una vez entrevistaron a la excongresista Milagros Salazar, preguntó por qué invitaban a una fujimorista, y le respondieron que era por un pluralismo informativo evidenciado en que, cuando él era fujimorista, también lo entrevistaban.

Lo que agotó la paciencia habría sido una cobertura desde el penal Santa Mónica sobre Keiko Fujimori. Petrozzi reclamó su duración de 22 minutos. Para cualquier observador imparcial, empero, esa ‘era’ la noticia del día.

Petrozzi suma en su gestión el despido de Coya al de Emma Mannarelli de la Biblioteca Nacional, dos profesionales prestigiosos y muy distintos a un ministro dispuesto a todo para satisfacer a sus jefes para que el fajín le dure mucho.

TV Perú se ha manejado en general desde 2011 con pluralidad informativa, y así siguió durante la presidencia de Coya, con la excepción del período en que fue reemplazado y surgieron protagonismo como el de Laura Bozzo, expresiones racistas, e interés por la imagen de gente como Edwin Donayre.

Curioso: cuando Petrozzi llamaba a quejarse a TV Perú, decía que él entendía el pluralismo, pero que lo hacía por encargo y pedido de Vizcarra, el premier Vicente Zeballos, la secretaria de la presidencia Miriam Morales, y la jefa de prensa de Palacio Mónica Moreno.

¿Sabe eso el presidente Vizcarra? Lo ocurrido, lamentablemente, lo mancha y daña la percepción sobre sus convicciones democráticas al mellar el pluralismo informativo, salvo que despida a este saltimbanqui que funge de ministro listo a cantar la música que se requiera para que su baile no acabe.