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Política

Los fantasmas cuestan caro

“Los prejuicios atacan al pensamiento. De este modo se delira con el peligro del chavismo o con la creencia de que el dinero lo puede todo”

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Todos sabemos, gracias a las revelaciones del caso Lava Jato, que las mayores empresas brasileñas sobornaron durante años a los principales políticos no solo del Perú, sino de muchos países del mundo. La película La Lavandería, difundida en Netflix , relata el caso del estudio de abogados Mossack & Fonseca. Ahí se aprecia cómo funciona el sistema de lavado de dinero y evasión de impuestos, como en los célebres Panama Papers. El bufete daba cobijo a compañías de todo el mundo. En la pantalla se aprecia en qué consiste dicho “cobijo”: son solo archivadores con el nombre de la empresa. El acmé del filme lo constituye el nombre de una de esas empresas: Odebrecht.

Ahora también sabemos que los grupos empresariales peruanos más importantes aportaron dinero al partido político de Keiko Fujimori. En las últimas semanas hemos sabido que el dinero circulaba en loncheras, maletines o sobres. Siempre en efectivo, jamás a través de un banco. A pesar de que en algunos casos se trata de sumas de dinero cuantiosas, como la admitida por Dionisio Romero Paoletti, la candidata Fujimori nunca ganó las elecciones.

Cabe entonces preguntarse que más había en esos maletines. Para un psicoanalista como el suscrito, en esos envases había fantasmas.

Voy a recurrir a un ejemplo de años atrás para intentar explicarme. El primer banco que le prestó dinero a los pequeños empresarios peruanos fue el desaparecido Banco Wiese. Ningún banco lo hacía por un prejuicio racista: los cholos no pagan sus deudas. La sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que los pequeños emprendores pagaban con una puntualidad pasmosa. Alguien se tomó el trabajo de indagar y lo que encontraron fue esto: al no tener acceso al crédito formal, dichos empresarios estaban obligados a recurrir a prestamistas que les daban el dinero a tasas descomunales. Y si no pagaban…

Algo análogo sucedió con los centros comerciales fuera de las zonas pudientes de Lima. El 2003 se inauguró el primero y las existencias desaparecieron en un fin de semana. Algún genio de las finanzas descubrió, tarde, que en Comas había más plata que en San Isidro. Pero habían pasado años de lucro cesante. Los prejuicios atacan al pensamiento. De este modo se delira con el peligro del chavismo (Odebrecht leyó mejor a Humala) o con la creencia de que el dinero lo puede todo.

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