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Política

Los esclavos del ruido de su propio eco

Medios para confirmarnos más que para informarnos.

AAR
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Hay una actitud creciente en cada vez más personas –incluso en algunas por las que tengo simpatía y respeto personal y profesional– que no me deja de sorprender, sobre lo que he escrito antes, y en lo que he vuelto a pensar en estos días tras leer una entrevista estupenda al sociólogo y economista español Manuel Castells.

Es la nula tolerancia por el planteamiento contrario al propio, y hasta por ideas distintas, que se expresa desde agresividad hacia quien las expone o, en el mejor de los casos, indiferencia sin la más mínima curiosidad intelectual, y la actitud del que cree que ya sabe todo lo que debe saber, y que no se arriesga a información u opinión que genere el ‘peligro’ de malograrle el rompecabezas de la estructura de su pensamiento.

Esto también tiene que ver con la manera como los ciudadanos se vinculan con los medios o participan en las redes. Interrogado por el ataque a medios en ciudades como Santiago o La Paz que viven estallidos sociales, Castells dice que “nos relacionamos con los medios para confirmarnos más que para informarnos. Cuando hay algo que rompe fuertemente lo que pensamos y que no tiene vías institucionales de expresarse, culpamos al mensajero, no al mensaje, ni al origen del mensaje”.

Agrega que “un elemento que está establecido en las investigaciones sobre la comunicación es que como somos animales emocionales, solo miramos los medios con los que vamos a estar de acuerdo políticamente”.

Hoy muchos solo quieren leer, oír y ver lo que coincide con ellos, y se resisten a prestarle alguna atención al que piensa diferente, algo que se va a reforzar en la campaña electoral que viene, un momento en el que todo se polariza.

Muchos medios y periodistas se niegan siquiera a divulgar cualquier enfoque que sea distinto al propio, al costo de volverse monótonos, aburridos, panfletarios, y en eso hoy son iguales, por ejemplo, las DBA y caviares, dedicados al activismo en vez del periodismo. Son esclavos del ruido de su propio eco.

Por mi parte, no me molesta la burla de amigos cuando les comento lo que vi en algunos programas o blogs impresentables con contenidos radicalmente opuestos a los míos. Como Lenin, creo que “es una verdad el que con frecuencia en política se aprende del enemigo”.

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