ONP, mayo 2024: cronograma de pagos
Política

Denme dinero democrático

“El modelo del activismo que se autofinancia parece haber demostrado ser insuficiente, desde la pollada hasta el cóctel”.

MIRKO
MIRKO

Vamos hacia un apagón del financiamiento electoral, que se va a extender hasta el 2021. Poner dinero en manos de un candidato siempre fue una operación que era mejor realizar discretamente, así no fuera ilegal. En las actuales circunstancias se ha vuelto peligroso, y mientras no aparezca la reforma con un sistema adecuado para hacerlo, va a seguir así.

Incluso en las democracias avanzadas y estables, el dinero utilizado en las elecciones es un asunto complicado, al grado de ser problemático. Se le suele definir como la danza entre una frondosa legislación controladora y una activa práctica para eludirla en los hechos. También allá hay la percepción de que a la postre es el dinero el que gana todas las elecciones.

En el Perú la legislación sobre el tema no ha sido muy frondosa que digamos, a pesar del asentado reconocimiento de que hay abundantes financiamientos fatales para la democracia. No se piensa tanto en el de los grandes empresarios formales hoy en la picota, sino el de los más escurridizos fondos del narcotráfico y otras ramas de actividad anclada en la delincuencia.

Así el sentido común ha sido que hay un financiamiento bueno y otro malo, con partidos siempre ubicados en la encrucijada de elegir entre uno y otro, o abrazarlos ambos. Sin embargo el peso de las grandes sumas en lo electoral tiene como efecto que un financiamiento bueno sin control termine siendo intrínsecamente negativo, por su capacidad de ser decisivo en algunos casos.

Todo esto algunos países han buscado resolverlo mediante la imposición de formas de transparencia financiera, y unos pocos retirando, o a veces solo limitando, el dinero privado de la política electoral, y repartiendo dinero público a las candidaturas. Algo así como reemplazar el peso del mercado por el peso del Estado, con la idea de que este último sería un ecualizador.

¿Y los partidos? El modelo del activismo que se autofinancia parece haber demostrado ser insuficiente, desde la pollada hasta el cóctel. Un partido débil, más latente que presente fuera de las campañas electorales, como lo son casi todos, es un mal proveedor de recursos obtenidos desde las bases. Así, casi ninguno resistiría una buena auditoría.

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