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Política

¿Por qué los partidos son conchudos?

“El mercado de la política sigue distorsionado. La demanda ciudadana sigue sin encontrar una oferta a su altura”.

SIFUENTES
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¿Está el Perú atrapado por su pasado? Veamos las listas de candidatos al Congreso. Incluso excluyendo a los principales responsables de la crisis –apristas y fujimoristas–, el resto de partidos no tiene empacho en llevar a gente como Chehade, el excontralor Edgar Alarcón o Manuel Masías. Y esto excluyendo también a los congresistas disueltos que –con un descaro que sobrepasa la palabra “conchudez”– están intentando volver.

Esta oferta miserable parece una locura, un despropósito. Desde hace años, en todas las encuestas, la corrupción rankea, de lejos, como el primer problema del país (Ipsos, IEP, Pulso Perú, etc). El Congreso disuelto se la jugó abiertamente a favor de la corrupción. ¿Y esta es la respuesta de los partidos? ¿Por qué?

Planeta acaba de reeditar Ni amnésicos ni irracionales, ensayo fundamental de Alberto Vergara. En él contradijo el lugar común del supuesto “electarado” que “no sabe votar”. Al contrario, allí demostró que el elector peruano elige racionalmente. Pero tiene que elegir entre lo que se le ofrece. No hay más.

De la misma manera podemos alegar que los partidos tampoco son irracionales. Su oferta tan sincera corresponde a una intención muy explícita de recuperar el Legislativo a favor de sus múltiples intereses corruptos (desde la perpetuación de sus feudos municipales hasta el aborto del caso Lava Jato). No tienen otro camino.

En su epílogo para esta nueva edición, Vergara apunta que “las decisiones electorales pierden relevancia si no están acompañadas de instituciones que faciliten la generación de gobiernos responsables ante las demandas ciudadanas”. Y ambos ejes –la ejecución de las elecciones y la reforma de las instituciones– se encuentran bajo amenaza. El JNE y la Comisión Especial de la Junta Nacional de Justicia son dos verdaderos quistes del viejo orden. Una, a cargo de las elecciones, y la otra, a cargo de instituciones. Basta con ver sus actitudes (y sus miembros y su historial) para darse cuenta de que la disolución del Congreso solo fue un primer paso.

El mercado de la política sigue distorsionado. La demanda ciudadana sigue sin encontrar una oferta a su altura. Si queremos que todo lo que ha pasado este año no haya sido en vano, se tiene que intervenir este mercado, dominado por un oligopolio corrupto. El monstruo tiene mil cabezas. Solo hemos cortado una.

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