Realidades que nos unen

Me han parecido muy interesantes las comparaciones entre distintas realidades de países de la región a raíz de las protestas en Chile. Además, las redes sociales se han consolidado, sin duda, en una herramienta muy importante al momento de convocar a activistas sin que necesariamente se trate de militantes, y es así que el descontento en el país del sur se ha hecho sentir con mayor fuerza que nunca.

Algunos analistas mencionan que en el Perú hemos tenido varios desfogues. Que la gente cree en que al menos un grupo de figuras públicas está dando la pelea, como los fiscales que investigan el caso Odebrecht. Un periódico extranjero titulaba: “Todos los expresidentes vivos de Perú están presos, prófugos o investigados”. Pese a ello, con prisión preventiva o arresto domiciliario, somos conscientes de que aún no está ganada la guerra contra la corrupción, que involucra también a empresarios, abogados y otros poderes del estado en donde la mafia aún opera.

Asimismo, es acertado decir que el modelo chileno lleva muchos más años asentado en la enorme desigualdad y en el capital ficticio. Para seguir explicándome con titulares, un medio chileno relataba: “Banco Central revela que los chilenos estamos más pobres y más endeudados”. De hecho, un 73% de hogares chilenos tiene alguna deuda, entre las más comunes: por educación, hipotecaria y/o automotriz. Uno de cada tres chilenos mayores de 18 años tiene un saldo financiero que no puede pagar, estamos hablando de alrededor de 5 millones de morosos en dicho país.

Es válido mencionar en paralelo que, en el Perú, uno de cada cinco peruanos debe más de 10 veces su sueldo. Parafraseando el informe del BCR: El 19% de estos deudores tienen pasivos con tres o más entidades financieras. En nuestro país la educación es un lujo, también existe concertación entre las grandes farmacéuticas o laboratorios y nuestra clase política anda tan mal que ni Congreso tenemos.

No creo que la pregunta sea si lo de Chile podría replicarse en Perú. Venimos de culturas políticas distintas que han marcado formas e imaginarios distintos. Lo que sí podemos preguntarnos es hasta cuándo. ¿Vamos a esperar a ver personas desesperadas, protestando sin temor a perder nada? Y si sucediera, ¿vamos a limitarnos a condenar el descontento? El nuevo Congreso será crucial, pese al corto período, para dejar seguras las bases de lo que se venga.