Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas
Política

Las izquierdas y el centro

La crisis en Nuevo Perú. ¿Con Cerrón o sin Cerrón iba a darse la división? Una triple alianza fríamente calculada. El encanto del centro y sus riesgos. La ventaja para los radicales: atacar el modelo.

Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón y Gregorio Santos
Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón y Gregorio Santos

Las izquierdas se movilizan hacia un objetivo factible: tener mayor representación que la obtenida en 2016. Eso sería lo mínimo. Lo máximo, lograr que un candidato propio gane en 2021. Alienta sus expectativas haber formado parte de la batalla contra el impopular Congreso clausurado. Podrán asumirse continuadores de la ofensiva contra la corrupción que Martín Vizcarra ya no va a poder liderar porque se retira. Por otro lado, las imprevistas revueltas en Chile y Ecuador acrecientan las expectativas, pues permiten popularizar la creencia de que el modelo económico es el verdadero enemigo.

Sin embargo, por todos los lados se desahucia a la principal candidata del sector, Verónika Mendoza, presidenta de Nuevo Perú, porque se alió con un dirigente de ideas retrógradas. El tema está repleto de contrastes.

Cargando a Cerrón

Con procesos de corrupción a cuestas y declaraciones de tinte homofóbico, machista, xenófobo y antisemita, el secretario general de Perú Libre, Vladimir Cerrón, era un socio indeseable para cualquier partido de izquierda. Especialmente para uno como Nuevo Perú, con un fuerte componente de militancia feminista. Ambas organizaciones se unieron sumando como tercer socio a Juntos por el Perú, que reúne al Partido Humanista, Partido Comunista del Perú (Patria Roja), Partido Comunista Peruano y Fuerza Ciudadana. La noticia de la triple alianza –llamada Juntos– tuvo mayor repercusión por renuncias en Nuevo Perú, entre ellas las de las ex congresistas Marisa Glave, Indira Huillca y Tania Pariona.

Pero también hubo tensión en Fuerza Ciudadana, que es una fusión de Ciudadanos por el Cambio y Fuerza Social. Resolvieron no participar en las elecciones parlamentarias del 2020 por el mismo motivo: Cerrón. De todos modos, los costos de la alianza con Perú Libre fueron meditados fríamente, pues sus preparativos no eran un secreto para nadie.

Hacia el centro

De otro lado, en las izquierdas había factores de división al margen de Cerrón. La tendencia no era la unidad. Un factor es que el Frente Amplio, de Marco Arana, irá solo en las elecciones bajo cualquier circunstancia. Desea una Asamblea Constituyente para desarrollar una revolución ecológica de la mano con los campesinos y los pueblos indígenas. De este grupo nació Nuevo Perú, sin que nunca nadie haya explicado, como dijo Alberto Adrianzén en Ideeleradio, qué diferencia los separó. Eran disputas de liderazgo. Hacia Nuevo Perú fue una militancia más citadina, más joven y más de clase media que la del Frente Amplio.

A su vez, en Nuevo Perú hubo una novedad. Mientras la presidenta Verónika Mendoza buscaba espacio en los sectores radicales, los congresistas se zambulleron en la pelea propuesta por Martín Vizcarra contra el fujimorismo y la corrupción, abriéndose a la influencia de los sentimientos de la calle. No eran tendencias divergentes, pero, en el fondo, unos iban hacia la izquierda dura y otros hacia el centro. Quizá, con Cerrón o sin Cerrón, iba a darse la división.

Sin definiciones

No solo en Nuevo Perú hay dirigentes que desean sacudirse de la vieja izquierda e irse hacia el centro, donde parece que están los votos, aunque las referencias de ese centro no son programáticas ni ideológicas. En este momento los izquierdistas rosas de Fuerza Ciudadana (unos participaron en el gobierno nacional de Humala, otros en el municipal de Villarán) están pensándose si les conviene unir sus vidas a de los dos PC. En los PC aún palpita, y así lo será por siempre, la doctrina marxista leninista.

Ahora bien: ¿irse al centro es ser, ya, una izquierda “renovada y moderna? Las corrientes de la izquierda provienen de una matriz anticapitalista que impondría la dictadura del proletariado. En el Perú la mayoría de divisiones se produjeron por cuestiones prácticas, sin una ruptura ideológica ni debate abierto. Especialmente en lo que concierne a la inversión privada, las libertades democráticas y la cuestión internacional. Aun cuando muchos ya no son comunistas y están dispuestos a convivir con el modelo económico cubriéndose con banderas ecologistas e igualitarias, feministas o de otro tipo, que realmente no lo cuestionan, también pueden hacer una defensa de los regímenes de Cuba o Venezuela, o por lo menos no condenarlos.

Nueva coyuntura

No falta mucho para comprobar si Verónika Mendoza acertó electoralmente al afirmarse en una posición caracterizadamente inconformista, en camino hacia una nueva Constitución, cuando otra parte de la izquierda quiere irse al centro. Al aliarse al partido de Cerrón, gana votación en el centro del país. Al juntarse con los dos partidos comunistas, obtiene fuerza organizativa. Quizá sume al movimiento Mi Región, de Walter Aduviri (un montón de votos). Así, más allá de las fundadas críticas por inconsecuencia, no parece peor ubicada que sus competidores.

Sobre todo porque hasta hace una semana la temática de las elecciones giraba aún en torno a la lucha contra los sobrevivientes del denominado fujiaprismo. Ahora la crisis de Chile –para no hablar de las otras novedades del vecindario– descoloca a los izquierdistas continuadores de las inconclusas reformas de Vizcarra. ¿Pues quién sino él, heredero de PPK, al frente de un gobierno ineficaz y desgastado, encarnará el modelo que será culpabilizado? Los temas cambiarán hacia el desempleo, la inseguridad, los pésimos servicios estatales. Carlos Tapia, de Fuerza Ciudadana, ha dicho que es impropio atacar a Vizcarra como neoliberal, puesto que lideró las luchas del 2019. Pero está claro que la alianza Juntos, de Verónika Mendoza, lo va a atacar así. ¿Harán lo mismo los renunciantes de Nuevo Perú y los abstencionistas de Fuerza Ciudadana? Para estos el camino aún no está definido. ¿Otro partido? ¿Sumarse a Julio Guzmán? ¿Apoyar a un Vizcarra II como Salvador del Solar?