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Política

El cono que salvó a la derecha

“Vizcarra es el populista de derecha que Keiko intentó desesperadamente ser y que Alan ya jamás será. Los dos opositores caídos en desgracia jamás pudieron aglutinar a las masas”

Sifuentes
Sifuentes

Los aprendices de Hugo Chávez la han llamado “brisita bolivariana”. Desde Barcelona hasta Santiago, desde Culiacán hasta Quito, la violencia se desborda. Al margen de propagandas dictatoriales, es innegable que algo está sucediendo. Si acercamos un poco el zoom, solo a la región andina, veremos que hay una particularidad justo al otro lado de nuestras fronteras norte y sur: en Ecuador y Chile, las protestas ciudadanas han apuntado con claridad a las medidas que podrían llamarse de derecha. Mientras, en Bolivia y Argentina las tensiones se mantienen contenidas gracias a la inminencia, esta semana, de sendas elecciones presidenciales. En el Perú, un anestésico –casi diría un antídoto– similar ha sido la disolución del Congreso. Aquí la gente solo salió a las calles para celebrar. La lucha anticorrupción, convertida en una cruzada ciudadana, ha servido de dique para salvarnos del estallido andino.

La historia podría haber sido distinta. Mucho se repite que Vizcarra es un populista, como si ese calificativo fuera negativo en sí mismo, casi como sinónimo de antidemocrático o demagogo. Sí que es un populista, como ha repetido esta columna varias veces. Dos características típicas: ha jugado al borde de los límites constitucionales y ha recurrido –no olvidemos el referéndum– a mecanismos plebiscitarios para legitimarse por encima de sus opositores. Pero no es un autócrata: nadie en sus cabales duda de que el tipo se vaya a ir el 28 de julio de 2021 y ni siquiera presentará candidatos para las elecciones de enero. Tampoco, salvo en las mentes más fanatizadas, se le puede llamar de izquierda: los sindicatos ya se están quejando de “la continuidad neoliberal” que implica el Plan Nacional de Competitividad, aprobado mediante decreto de urgencia.

Vizcarra es el populista de derecha que Keiko intentó desesperadamente ser y que Alan ya jamás será. Los dos opositores caídos en desgracia jamás pudieron aglutinar a las masas detrás de –otro requisito populista– un necesario enemigo común. El fujimorismo lo intentó subiéndose al delirio de la ideología de género, pero fracasó apenas se le vio el fustán. Vizcarra ha tenido la ventaja de que aún puede enarbolar de forma creíble una bandera imposible para el resto de la clase política: la lucha anticorrupción. La derecha debería estar agradecida que las pulsiones desatadas en la región andina se han podido canalizar sin violencia en el Perú. Parafraseando a Alberto Vergara, aquí los ventarrones bolivarianos se redujeron a un modesto cono republicano.

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