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Política

Sobre loncheras y banquetes

El caso García puede ayudar a evitar a los Alan del futuro.

AAR
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Se entiende que su familia insista en su inocencia y sus abogados en su honestidad, aunque cada vez menos dirigentes apristas defiendan su honradez, pero la contundencia de los testimonios sobre su vocación por la corrupción y entusiasmo por el soborno, confirman lo que los peruanos creían desde hace mucho tiempo: que el expresidente Alan García fue un tremendo corrupto, un gran sinvergüenza.

El testimonio ante la fiscalía de Luis Nava, uno de sus compañeros más cercanos, precisa cómo Jorge Barata lo sobornaba de manera sistemática antes de ganar la elección y durante su presidencia, lo cual se suma a muchas otras versiones que ratifican la manera como García utilizó el poder, desde su incursión en la escena pública hace más de cuatro décadas, para robar.

Cuando supo que la justicia le respiraba en la nuca por su podredumbre, y que ya no podía manipularla como siempre, García se suicidó antes de ser detenido para dar cuenta de los delitos que hoy se corroboran y que solo parecen loncheras de grandes banquetes de corrupción que protagonizó en vida quien pregonaba que ‘la plata llega sola’, una lección que también aplicaron varios apristas aún no ampayados.

Pero su suicidio político empezó al dejar la presidencia en 2011: sumaba casas y yates y perdía respeto y credibilidad de la gente que lo volvió paradigma del político corrupto al que nunca se atraparía. El Houdini del hampa.

En diciembre, antes de su muerte, esta columna comentó que “el problema principal que aturde a García es la próxima declaración de Jorge Barata, la cual podría demostrar lo que todos intuyen. Si luego de un juicio riguroso, imparcial e impecable, un día se demuestra que Alan García es corrupto y va preso, el país recibiría con algarabía una sentencia que echaría por tierra la creencia antigua en el país de que él se las sabe todas, y de que la ‘sinvergüencería’ siempre paga. Ese día el Perú empezaría realmente a cambiar”.

Nunca hubo juicio, pero al final todo se va comprobando, lo cual puede ayudar a procesar a quienes se creía que nunca serían atrapados, algo que podría ser útil para desanimar a los Alan García y sus secuaces del futuro, quienes ya se alistan para robarle el dinero e ilusión a los peruanos.


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