¿Nada hay fuera de la ley?

Si en la famosa frase de Jacques Derrida: “nada hay fuera del texto” reemplazamos la palabra “texto” por la palabra “ley”, quizá podremos entender mejor la compleja crisis jurídica en la que seguimos inmersos. ¿Fuera de la ley no hay nada? ¿No existe una realidad por fuera de la ley?

El Congreso y el Ejecutivo han interpretado de manera distinta las mismas leyes y el país quedó enclaustrado entre esas interpretaciones enfrentadas. Lo cierto es que las leyes vienen a regular lo que sucede en la realidad, pero no se pueden anteponer a la realidad misma. Las leyes tienen la intención de regular la vida de los ciudadanos. La idea es que sean herramientas neutrales que intervienen en nuestro comportamiento porque hemos acordado darle ese poder a través del “contrato social”.

Hoy por hoy, el ser humano no puede relacionarse con la realidad si no es a través de las leyes, porque todo lo que hacemos tiene el potencial de ser un “acto jurídico”. En estos días, sin embargo, la ley se convirtió, más que nunca, en el centro ordenador del sentido de las cosas. Y con ella la interpretación. Allí la trampa, allí la paradoja, allí la primacía de la realidad sobre la gramática.

La ley, a diferencia de la palabra, no debería ser una entidad aparte, como dice Derrida respecto al lenguaje, a pesar de su rol constitutivo en el concepto de país. Lo que ha ocurrido es que en esta crisis la ley ha sido superada por la realidad. Se ha puesto en juego todo un sistema, nuestro sistema, el cual debemos replantear a partir de lo ocurrido.