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Política

Entre la Constitución y la mafia

“Una de las muchas ironías generadas por esta situación política, es que un grupo de delincuentes se ampara en la Constitución para salvar el pellejo y continuar sus tropelías”.

Jorge Bruce
Jorge Bruce

Una de las muchas ironías generadas por esta situación política, es que un grupo de delincuentes se ampara en la Constitución para salvar el pellejo y continuar sus tropelías. En efecto, la Constitución peruana permite que se elijan a los magistrados del Tribunal Constitucional de la manera torva que estamos viendo. Se buscan personas afines o directamente enfeudadas al fujiaprismo -como el ex abogado de Alan García o la inefable Sra. Carmela de Orbegoso, íntima hermanita de Hinostroza-, y se les coloca en la lista. Todo legal.

El dilema sádico consiste en que esta elección que, en la práctica, significaría copar la institución encargada de la salvaguarda de la ley, en una evidente repetición de los métodos de Montesinos, es pues legal. Y sabemos que el Congreso dispone de los votos e intereses para hacerlo. De ahí que cada día nos veamos confrontado al absurdo de escuchar declaraciones altisonantes en defensa de la constitucionalidad, en boca de personajes como Becerril, Heresi, Velásquez Quesquén o Salgado.

La desesperanza que esta trampa produce es comprensible. Sentimos que estamos en un callejón sin salida. La definición misma del estrés: cuando no se puede luchar ni escapar (fight or flight). Por eso el hartazgo que la ciudadanía expresa en las encuestas aún no se traduce en respuestas activas en las calles. No de forma multitudinaria, como ocurrió cuando Chávarry intentó deshacerse de los fiscales de Lava Jato.

Cabe recordar la célebre sentencia de Walter Benjamin: “No hay documento de cultura que no sea también documento de barbarie”. La Constitución del 93 no es la excepción. ¿Significa que debemos ignorarla para deshacernos de estos malhechores? Está claro que no. La única vía es la que debemos hallar con los instrumentos de los que disponemos hoy. Los que sin duda deberán ser modificados y adaptados en el futuro. Pero en este momento histórico -cuando usted lea este texto las piezas del ajedrez se habrán movido- es lo que hay.

Es un desafío considerable el de no ceder al desánimo. El presidente Vizcarra y el premier Del Solar no son, acaso, las personalidades ideales para este escenario de confrontación con una banda sin escrúpulos. Pero es lo que tenemos. Alguien dijo en Twitter: “Ellos -los fujiapristas- se juegan la cárcel. Nosotros nos jugamos el país”.

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