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Política

Toda repetición es un error

“Estamos ante una crisis política que expresa, además de una lucha por el poder, el agotamiento no solo de la democracia como ejercicio de la política, sino también de la democracia como sistema y organización social”.

ADRIANZÉN
ADRIANZÉN

Si alguien piensa que hoy se vive una coyuntura parecida a la del año dos mil, cuando Alberto Fujimori se fugó del país, está equivocado. Lo que iguala ambos tiempos es que el adversario (o enemigo) sigue siendo el mismo: el fujimorismo. El resto es muy distinto.

La caída de Alberto Fujimori se dio en un contexto en el cual destacaba una activa movilización que arrancó en 1997 cuando se aprueba la famosa “interpretación auténtica” que le permitía a Fujimori postular a la presidencia por tercera vez. Fueron los estudiantes y jóvenes los que estuvieron desde el inicio en esa lucha. Al igual que el Foro Democrático y la coordinadora de partidos políticos con Gustavo Mohme a la cabeza. Eran los partidos y sus dirigentes los que organizaban la protesta. Todo ello se cristalizó en la Marcha de los Cuatro Suyos que fue el punto más alto de esa movilización. Sin embargo, lo que terminó por derrumbar al fujimorismo, en ese contexto, fue su división interna y la pérdida del control del Congreso cuando aparecieron los llamados vladivideos.

Y si bien el derrumbe del fujimorismo se debió a factores internos y externos, importa decir que se estaba frente a la necesidad histórica de iniciar una transición para terminar con un gobierno y un régimen autoritarios producto, ambos, de un golpe de Estado y cuya expresión jurídica fue la Constitución del 93.

Hoy, curiosamente, estamos en una crisis en la que tanto el gobierno como el congreso tienen un origen legal y democrático, más allá de toda opinión. Por lo tanto, estamos ante una crisis política que expresa, además de una lucha por el poder, el agotamiento no solo de la democracia como ejercicio de la política, sino también de la democracia como sistema y organización social. Es una “crisis global”, como decía el presidente Paniagua.

Ahora bien, si ello es así, la solución a esta crisis es política en una doble dimensión: por un lado, en la construcción de un nuevo ordenamiento legal como expresión de un nuevo poder, y del otro, en la necesidad de un momento constitutivo de lo político en el cual se fijen los campos para la acción de la política. En este caso legalidad y legitimidad se funden en un solo acto político de consecuencias jurídicas.

En estos días se dice que el presidente Vizcarra plantearía como solución a la crisis actual una Asamblea Constituyente. La idea no es equivocada siempre y cuando él encabece lo que seguramente será una “batalla” muy dura y al mismo tiempo sea capaz de tener nuevos aliados.

A finales de los años noventa en una conversación Armando Villanueva me dijo que si queríamos derrotar al fujimorismo había que perturbar o estorbar la agobiante rutina de los peruanos. Apostar por lo distinto. Es cierto que no estamos en los noventa; que la calle está tibia y que lo que se vive hoy no es un momento de politización sino más bien uno antipolítico por los escandalosos casos de corrupción; sin embargo, seguir haciendo lo mismo es un error, sobre todo en las filas de izquierda.

Como dice el socialista Wolfgang Streeck: “Si lo partidos de izquierda no logran… concitar atención y credibilidad para una voluntad transformadora… y por lo tanto tangiblemente distinta, se volverán irrelevantes. Más aún cuando sus líderes intentan imitar el oportunismo carente de conceptos del llamado centro. Los otros dominan mejor la política postdemocrática” (“Hacia un anticapitalismo realista”. Nueva Sociedad: 09/19).

Alberto Adrianzén. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.