¿En la demora está el desgaste?

La aprobación de Martín Vizcarra sigue cayendo, aunque 48% en Ipsos todavía es una cifra cómoda. Lo mismo pasa con los temas de vacancia y adelanto de elecciones, donde hay merma pero la popularidad sigue bastante alta. Lo cual sugiere un proceso de erosión alimentado por la demora de Vizcarra en producir resultados a la medida de los deseos de la opinión pública.

¿Son los plazos alargados lo que lastra a Vizcarra? Así parecen pensarlo sus enemigos de la mayoría, ostensiblemente dedicados a ganar tiempo en los principales temas de la coyuntura. Como si fuera posible llegar a una suerte de hora de no retorno, a partir de la cual Vizcarra perdería gran parte de su capacidad de respuesta ante el Congreso.

Un tema tan importante como la ubicación ante la corrupción efectivamente figura en la parte alta del apoyo y del rechazo a Vizcarra. Sin embargo, son dos posiciones que a la postre se neutralizan. En realidad no hay un tema en el que Vizcarra gane por un claro KO, todo es por puntos. A cinco puntos de la desaprobación, la cosa podría voltearse cualquier mes de estos.

Si ese momento llega, ¿hará una diferencia? Para quienes vienen afirmando que Vizcarra actúa sobre todo para pichicatear su aprobación, sería un momento decisivo. La idea es que Vizcarra no podría gobernar si un alto apoyo del público, y que perderlo precipitaría el ataque final al Congreso que tanto están esperando (y cuya demora produce desaprobación).

La aprobación presidencial vendría a ser algo así como un diálogo entre la ciudadanía y Vizcarra. La gente no se engaña respecto de su capacidad como administrador. Pero mantiene una aprobación de 70% a su iniciativa de adelanto electoral, y casi dos tercios están en contra de que sea vacado. Cifras que obviamente lo favorecen.

También parece obvio que no hay mucho interés en que Vizcarra se quede por algún medio (Ipsos ni siquiera hace la pregunta). Lo que la gente quiere es que Vizcarra cumpla con la tarea que ha propuesto, y así en cierta medida la consigna para que se vayan todos también lo toca tangencialmente. Aunque su partida sería muy distinta de la del Congreso.