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Ignorancia de género (o el mundo al revés)

Pepi Patrón (*)

Pepi Patrón
Pepi Patrón

El enfoque o la perspectiva de género siempre ha tenido una dimensión ética muy explícita y objetivos políticos muy claros. A saber, cuestionar y terminar con la injusticia múltiple que hemos padecido las mujeres durante larguísimos siglos. La falta de reconocimiento, la subordinación, la discriminación, la exclusión de las esferas de poder, son situaciones de injusticia y desigualdad que la perspectiva de género pretende hacer manifiestas para cuestionarlas y transformarlas.

Ya en el siglo XIX, un filósofo, economista y defensor de la libertad, (sí, varón) JS Mill, reflexionaba sobre la “moralidad femenina” y se preguntaba si los rasgos “femeninos” de las mujeres son producto de la naturaleza y la biología o bien son resultado de condicionamientos sociales. Eso es precisamente lo que la palabra género quiere indicar: cómo se construyen las relaciones sociales y se asignan roles a partir de las diferencias sexuales. Nadie quiere homosexualizar a nadie ni destruir familias y, menos aún, causar cáncer o sida, señora. Ni hablar de meterse con los hijos ajenos. Y tampoco es biológica nuestra necesidad social de peluquería, señor.

Se trata de una crítica a la ideología patriarcal que, como machismo, opina que las mujeres somos inferiores a los hombres, y, como misoginia, es aversión a las mujeres, que hace lo posible para que nos quedemos en nuestro sitio “natural”, la casa. Es un enfoque que, en muchas de sus variantes, se define como crítica ideológica. De allí que hablar de “ideología de género” sea no solo ignorancia sino un despropósito, casi una contradicción en los términos. Es ignorar la historia, los logros de las mujeres o, sencillamente, poner el mundo al revés.

Ilustremos esto. Uno de los primeros lemas del movimiento emancipador de las mujeres, luego de la batalla por el sufragio, fue: “lo personal es político”, es decir, cuestionar y democratizar, por ejemplo (justamente), la vida familiar. Así, el maltrato doméstico dejó de ser un asunto privado para convertirse en público: se puede y debe denunciar, en comisarías, en defensorías, en juzgados, y un largo etcétera de cambios que ha permitido la caracterización de feminicidios, tan horriblemente abundantes en nuestro país. Una congresista que nos representa dijo alguna vez que “las mujeres dicen frases que perturban a los hombres, los exacerban y causan el feminicidio”. Nosotras causamos que nos maten. ¿Qué les parece?

En el ámbito de la educación, congresistas proponen no solo prescindir del concepto de género, sino que los padres de familia revisen los textos escolares. Es decir, pasar por el tamiz de convicciones privadas los contenidos de la educación pública. El mundo al revés: ahora nos proponen hacer privado lo público.

Otro caso asombroso: mujeres que nos representan y legislan opinan que las cuotas o la alternancia en las listas implican “obligar” a las mujeres a hacer algo que no quieren y, por tanto, ofenderlas. ¡Por favor! Se trata de equidad y de justicia. Son medidas para tratar de enfrentar desigualdades extremas en el espacio público. ¿Saben cuántas gobernadoras regionales hay en el Perú hoy? Ni una sola. ¿Eso es equidad?

Como reza el dicho, la ignorancia es atrevida. Es también tremendamente peligrosa, como estamos viendo en el Perú.

(*) Filósofa.


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