Mensajes lanzados en botellazos

El mensaje de Pedro Olaechea contra el presidente Martín Vizcarra tiene algunas impertinencias, pero se inscribe en el conflicto congreso-gobierno que tiene más de tres años y que podría estar acercándose a su fin.

El tono del nuevo presidente del Congreso sorprende no solo porque choca con su estilo usualmente caballeroso, sino porque su antecesor Daniel Salaverry también empezó en ese puesto ‘con la pata en alto’ que después fue bajando a medida que se alejaba del fujimorismo y encontraba varias coincidencias con el presidente Vizcarra.

Olaechea fue puesto por Fuerza Popular en la presidencia del Congreso para defender sus objetivos e intereses, y eso es lo que está haciendo, lo cual incluye ser parte clave del embate del congreso contra el gobierno, incluso con ese tono de confrontación que es un rasgo distintivo del paradigma del ‘buen dirigente fujimorista’.

Las críticas de Olaechea como opositor son respetables y tienen algún asidero –como, por ejemplo, sobre el audio del presidente Vizcarra con el gobernador de Arequipa–, aunque mejor hubiera sido que las planteara en una entrevista periodística en vez de un pronunciamiento al país. Pero, más allá de esas formalidades, terminar diciendo “presidente, no tenga miedo de gobernar” sí es una impertinencia.

Debe recordarse, sin embargo, que el presidente Vizcarra tampoco desaprovecha oportunidad para embestir contra el congreso, como en estos días en que hace notar el ritmo de carrera de tortugas para debatir el proyecto de adelanto de elecciones vía referéndum.

Más allá de estos dimes y diretes, ese es el tema de fondo en estos comentarios, en donde no se ve el “mensaje de diálogo al presidente Vizcarra” que ve la VP Mercedes Aráoz, sino un rumbo de colisión inevitable por el archivamiento de la iniciativa que hará el fujiaprismo parlamentario, y un presidente de la república que ya dio evidencia suficiente de que está dispuesto a llegar a la cuestión de confianza que habilite la disolución del Congreso.

Como van las cosas, con mucha turbulencia en el camino, ese parece el escenario más probable del Perú, con un final seguramente de horror, aunque menos malo que el de este horror sin final que se vive desde el 2016.