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Las redes sociales hablan

El uso de las redes no es casual, lo que pasa es que una persona, común y silvestre, cuando publica en las redes adquiere fama, se hace conocida

Columna de Federico Rosado
Columna de Federico Rosado

Federico Rosado

Docente

“El poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”, es una frase atribuida al expresidente uruguayo José Mujica.

Efectivamente. Antes de ser alcalde o congresista era una persona modesta, saludaba a todo el mundo; luego, irreconocible. Y pasa también con el secretario general, el presidente de la directiva, de la junta vecinal, del club, etc.

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Pero hay otro poder que hace que las personas se muestren tal cual son, ellas mismas, y que antes parecían buena gente. Ese es el poder de ser escuchado, leído, visto en las “famosas” redes sociales: Facebook, WhatsApp, otras.

Nótese que lo de “famosas” no es necesariamente una cuestión de mera adjetivación. Su uso no es casual, lo que pasa es que una persona, común y silvestre, cuando publica en las redes adquiere fama, se hace conocida. Es el exhibicionismo en su esplendor.

La semana pasada, a raíz del paro por Tía María, las famosas redes estallaron en frases e imágenes que dan para una tesis doctoral. Qué no se dijo o qué no se dijeron. Insultos de grueso calibre, odios regados por doquier, desprecios a rajatabla, racismo a todo dar, ninguneos de toda clase. No se salvó ni la mamá, papá, abuelita, hijas, yernos ni mascotas. Los protagonistas, eso sí, pueden ser cualquiera. Y cualquiera es cualquiera. Basta tener un celular o computadora para intervenir en las redes.

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Están los que tiran la piedra y escoden la mano, o sea los que se crean un Facebook falso para dar paso a sus bajos instintos. O los que tienen una trayectoria notable: estudiaron en un buen colegio, buena universidad, sacaron su maestría, pero en las redes son otros. Y son tan iguales a los que nunca pudieron acceder a una buena educación.

En eso, las redes igualan, finalmente todos son patanes, necios, estúpidos. Es inútil sostener una conversación mínimamente razonable con ellos. Imposible. Uno pasa a ser su enemigo, y los insultos abundan. Digo, esto es libertad de expresión. Sí. Esto es parte de la democracia. Cuesta decirlo: sí. O, ¿es que antes de las famosas redes convivíamos mejor, sin la necesidad de demostrar cuánto uno puedo escupir a otros?

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