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Política

El Perú es más grande que sus congresistas

“La reforma ya fue, el Congreso ha dejado un Frankenstein en el que cada elemento traiciona al otro.”

Sifuentes
Sifuentes

Martín Vizcarra debe renovar –es decir, cerrar– el Congreso. La elección de Olaechea ayer como presidente del Legislativo, con más de la mitad de los votos posibles, es la demostración de que el fujimorismo no solo se ha reacomodado, sino que va por el contraataque. No fue suficiente con boicotear las reformas políticas, cuya aprobación fue un compromiso del Congreso ante el país. Eso fue solo la reafirmación de su perpetua intransigencia. Los votos obtenidos por Olaechea dicen algo más: aún tenemos el poder. No solo quieren, también pueden tumbarse al gobierno.

Vizcarra fracasó en su último amago. Solo una ingenuidad candorosa podría haberle hecho creer que los congresistas respetarían la palabra empeñada. Era obvio que este sería su destino final. Ante este fiasco, el presidente, legalmente, no puede hacer mucho más. No hay un mecanismo establecido para determinar cuándo una confianza –como la planteada desde el Ejecutivo por las reformas– es traicionada. La reforma ya fue, el Congreso ha dejado un Frankenstein en el que cada elemento traiciona al otro. O respetas el diseño de la casa o no la construyes. Nadie quitaría el segundo piso del plano y luego pretendería construir el tercero. Lo mismo han hecho con el aborto de reforma perpetrado por el Legislativo en estos días.

Y, sin embargo, por ese camino, Vizcarra está atado de manos. La renovación del Congreso no podrá ejecutarse a través de conceptos tan vagos como que “se considera no otorgada la confianza”. Esta partida se la ganaron los congresistas. Tendrá que volver a pedir la confianza, esta vez por algún concepto tangible e inmediato: por ejemplo, un primer ministro que sí esté dispuesto a chocar.

Para alguien que se puso en primera fila durante la caída de PPK, Vizcarra no parece haber asimilado todas sus lecciones. Quizás la principal de ellas es que no se puede escapar de la historia. El caso peruano (una mayoría opositora con capacidad de veto) no es único. Y en todas las otras ocasiones, en el mundo, en el que esto ha ocurrido, el resultado ha sido que gana el que se tumba al otro primero. Pasó con Fujimori, con Chávez… ¡y le pasó a PPK!

Si Vizcarra no está dispuesto a enfrentar su destino, debería dar un paso al costado y exigir que Mercedes Aráoz también lo dé. Es decir, convocar a nuevas elecciones generales –Ejecutivo y Legislativo–. Si no está en capacidad de sacarnos del marasmo, debería, al menos, salirse él.

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