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Política

Una nueva merienda

Mirko
Mirko

Los sectores más radicales siguen en la lucha por el alma del público izquierdista. Las armas son mostrar capacidad de poner gente molesta en la calle y tener talento para lanzar la frase fuerte que pega. Esto último es una secuencia de dardos multipropósito que no parecen dar en el blanco, si bien a veces despiertan algo de polémica.

Lo anterior viene con la idea de que es posible, desde muy a la izquierda, convertir una gobernación regional en una victoria electoral nacional.

Luego de su invitación a Caracas, Vladimir Cerrón Rojas, gobernador de Junín, parece contento promoviendo las bondades del socialismo del siglo XXI en Venezuela, algo que lo distancia de otros izquierdistas que no parecen tan convencidos. Su más reciente argumento es más o menos que los chavistas ganan elecciones y los EEUU les malogran la economía. ¿O es al revés?

Ahora Gregorio Santos, ex gobernador de Cajamarca, ha entrado al ruedo de los dardos con un ataque a algunos colegas izquierdistas, y un apelativo preocupante: “izquierda de whisky con galletas”. Si efectivamente alguien lo está consumiendo, ese es un combo que sugiere una asociación incompatible. Quizás bastaba con el whisky. ¿Por qué las galletas?

Pero quizás Santos sí ha estado haciendo su tarea, pues la combinación es altamente recomendada por algunos especialistas. Por ejemplo, galletas Oreo con whisky puro de malta es muy elogiada. Falta saber si esos izquierdistas son los mismos que supuestamente consumen caviar, el cual (ya que estamos en el tema) debe comerse con galletas sin sal.

Pero el fondo de la cuestión es que Santos está entre los que quieren sacar de en medio a la izquierda moderada, que es la que pesa en las encuestas y en el Congreso. Pero si piensa hacerlo con frases de impacto, primero va a tener que superar el repertorio de Antauro Humala, el verdadero virtuoso de lo políticamente incorrecto.

Sin embargo en estos días la izquierda moderada no lo parece tanto. Los conflictos sociales son el perfecto espacio para que los moderados en la política de Lima se radicalicen en otras localidades. De otra parte ya sabemos que no es tan fácil trasladar el radicalismo de las calles hacia las urnas. Aunque la extrema derecha nos diga que sí.

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