Instituciones rebasadas

Cuando José Matos Mar puso el concepto desborde popular en el título de su libro de 1984, una idea central era que las grandes masas migrantes estaban empezando a cambiar a la sociedad y al Estado. Muchas investigaciones se dedicaron a seguir ese proceso, buscando identificar el qué y el cómo de algo que podía ser una promesa o una amenaza.

Un cuarto de siglo después podría argumentarse que las resonancias proféticas de la frase de Matos Mar tomaron algunas direcciones inesperadas. El desborde no cambió tantos de los rasgos esenciales de la sociedad o del Estado como algunos esperaban. Mucho más cambiaron las masas mismas sometidas a la modernización que ellas buscaban.

Los cambios sociales y estatales son lentos. Ya en 1978 Julio Cotler (Clases, Estado y nación en el Perú) había mostrado que algunas de las más importantes estructuras coloniales sobrevivieron casi un siglo a la Independencia. Por algo en 1944 Jorge Basadre había definido la peruanidad como una promesa, necesitada de realización, es decir, transformaciones.

A partir de un momento el país se resignó a pensarse a sí mismo sobre todo en tiempo presente, y la estadística empezó a ayudar a comprender a esas masas que iban a cambiarlo todo y que fueron cambiadas ellas mismas. Aunque como lo demuestran nuestras elecciones, un método orientado hacia la novedad suele ser un método cargado de sorpresas.

Hernán Chaparro acaba de publicar Afectos y desafectos, una encuesta sobre las subculturas políticas de Lima, con un amplio comentario que, sin hacerlo evidente, va al encuentro de algunas ideas centrales sobre el cambio social en el país. Lo que sale en claro es la intimidad de algunas de nuestras actuales convicciones, muchas algo previsibles, algunas muy sorprendentes.

La idea del desborde popular ha sido cambiada por la de instituciones rebasadas, que puede leerse como aquello que los cambios detectados por Cotler y Matos Mar le han terminado haciendo al país en los últimos decenios. El detalle de cómo eso es vivido en Lima constituye una lectura muy ilustrativa, y un nuevo punto de partida para la reflexión.

Muchos tomarán el libro como una útil guía para las próximas elecciones en la capital. Pero con igual derecho sus páginas son un mapa de futuros mucho más largos.