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Política

El centro zombi

“Basta conversar al azar con cualquier ciudadano y se entenderá que el malhumor respecto de la política está generalizado...”.

JUAN CARLOS TAFUR
JUAN CARLOS TAFUR

El centro va a tener que prenderle velitas a Vizcarra, ya que solo si al gobierno le va bien y termina su mandato con buen pie, podrán tener algún protagonismo decisivo en la venidera contienda presidencial los adormilados Julio Guzmán, Alfredo Barnechea o Raúl Diez Canseco.

Tomo prestado un concepto que leí en el último artículo de Paul Krugman: las “ideas zombi”, aquellas que a pesar de haber sido refutadas una y mil veces por la realidad y por abundante evidencia empírica, siguen andando y circulando.

En el Perú hay una que en particular mantiene inusitada vigencia: aquella que aconseja a los políticos con pretensiones electorales a guardar silencio el mayor tiempo posible, a la espera de llegar incólume al tramo final de la campaña y así asegurar, sagazmente, el triunfo.

Todo nace de lo sucedido en 1978, cuando Fernando Belaunde decide que Acción Popular no participe en las elecciones para la Asamblea Constituyente, cosa que sí hacen el Apra, el PPC y la izquierda. Al cabo de dos años, en 1980, Belaunde gana las elecciones presidenciales y desde entonces se generó el sentido común de que lo había logrado porque no se desgastó.

Los últimos tiempos refutan este falso axioma. Salvo en el caso de Pedro Pablo Kuczynski, cuyo triunfo se explica más por el antikeikismo que por su propia performance política, el candidato ganador en las respectivas elecciones ha sido el líder de la oposición o alguien que mantuvo un perfil muy alto. Toledo gana el 2001 gracias a su protagonismo en los años finales del fujimorismo; el 2006 lo hace Alan García después de haberse convertido en la pesadilla de Toledo (llegó inclusive a marchar pidiendo la vacancia presidencial); finalmente, el 2001 gana Ollanta Humala, quien fue el antípoda de García y se dedicó a intensa vida política esos años.

Hay que sumar la particular circunstancia que vivimos. La gente está molesta. Basta conversar al azar con cualquier ciudadano y se entenderá que el malhumor respecto de la política está generalizado y anticipa lo que será el voto el 2021. Se votará por quien mejor canalice esa irritación y tenga densidad suficiente para convencer al electorado de que con él nos irá mejor o de que con él todo va a ponerse de cabeza.

Por lo que se ve, ninguno de los voceados centristas tiene esas características ni esa vocación. Las pocas veces que se manifiesta, Julio Guzmán nunca dice algo asertivo o provocador, Barnechea abre la boca y se devalúa cada vez más (tal vez a él sí le convenga no aparecer, pero no por inteligente estrategia política sino para evitar que su antipatía sea notoria), y Raúl Diez Canseco anda más empeñado en ganarle la interna a Barnechea que en edificar su imagen de candidato.

Mientras tanto, los disruptivos siguen su curso, ganando adeptos, marcando presencia y sembrando ideas. La última encuesta de Ipsos respecto de los niveles de aprobación de diversos personajes lo demuestra. Antauro Humala tenía 2% de aprobación en abril, pasó a 4 en mayo y ahora está en 6%. Entre tanto Guzmán cae y Barnechea anda congelado abajo. Después que nadie se queje.

-La del estribo: vale la pena apoyar tamaño esfuerzo de Los Productores por invertir en poner musicales. Pantaleón y las visitadoras, que va en el Teatro Cultural Peruano Japonés, revela seriedad en la propuesta y un plausible afán de ponerse al nivel de un género que requiere mucha inversión (hay una orquesta tocando en vivo, cuando ello ha sido puesto en cuestión hasta en la propia Meca de los musicales, como es Broadway, por su alto costo). Felicitaciones a Juan Carlos Fisher. El público está respondiendo y debemos alegrarnos por ello.


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