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La locura, por Mirko Lauer

“Que un tuit de Vladimir Cerrón esté sugiriendo que los EE. UU. pudieron salvar a Castillo y eligieron no hacerlo muestra que los problemas de tipo mental han estado bastante repartidos en el gobierno que termina”.

¿Qué pasó? Por un buen tiempo vamos a buscar respuestas en la ciencia política, en el chisme, o incluso en el azar. Aunque con el paso de las horas empiezan a salir a la luz, con la ventaja de lo retrospectivo, algunos datos psicológicos. Pedro Castillo ya no estaba bien cuando soltó su exabrupto golpista.

Su declaración, pocos días antes, sobre que nada lo iba a mover de Palacio hasta el 2026 pudo ser tomada como una bravata, o como una de sus habituales frases fuera de caja. A nadie, que sepamos, se le ocurrió ver allí una escalada en su creciente temor a ser devorado por el Congreso y el sistema judicial.

La idea de un Castillo no muy brillante que se confió a un cálculo que no tenía futuro alguno tiene algunos parecidos con la locura. ¿Pero qué nos hacemos con sus asesores, que por momentos parecían servirlo bien? Quizás en la cercanía con Aníbal Torres podría detectarse una folie à deux, es decir un delirio compartido. ¿Y los demás?

En torno de Castillo todas las locuras han parecido tener un método, como las del asesor Polonio en Hamlet. El presidente recogió todas aquellas que no atentaran contra sus caprichos personales. Perder Palacio se volvió una obsesión, y perderlo a manos de una mayoría de parlamentarios, todavía más. Fue a ellos que dedicó su último acto político.

Debemos suponer, entonces, que la llamada crisis política (una arranchadera de poder) presionó mucho sobre una salud mental que ya había llegado frágil a la presidencia. Castillo da su golpe convencido de que sería liquidado con los famosos 87 votos, y en una noche decide cambiar la derrota absoluta por el poder absoluto.

¿Es así como imaginó la disolución del Congreso? ¿Así se la pintaron? Podemos elegir entre ver el golpe como un exabrupto o como una conspiración. Lo segundo parece descartado por la soledad en que se desarrolló el intento de golpe de mano. Además los ataques de locura siempre parecen más sencillos que las maquinaciones políticas.

Que un tuit de Vladimir Cerrón esté sugiriendo que los EE. UU. pudieron salvar a Castillo y eligieron no hacerlo muestra que los problemas de tipo mental han estado bastante repartidos en el gobierno que termina.

La República

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