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Hasta la Viktoria contra la transfobia, por Lucia Solis

“Entonces no se engañen y no engañen. No les incomoda la exhibición del cuerpo hegemónico, lo que les molesta, lo que no pueden tolerar, es que sea el de una persona trans”.

No existen límites para quienes destilan la más rancia transfobia en el Perú. Una de las últimas ocasiones que encontraron para reproducir su odio se dio a raíz de la presentación de Viktoria Ríos en el Salón de Los Espejos de la Municipalidad de Lima el pasado 19 de noviembre.

Ella es una artista, emprendedora y activista trans que se atrevió, en una de las capitales de la homofobia y el conservadurismo en la región, a hacer una performance inspirada en Cristina Ortiz, La Veneno, uno de los íconos más representativos de la comunidad trans en Hispanoamérica.

Apenas se viralizó el video que mostraba a Viktoria bailando en medio de un público que la miraba atentamente, sonriendo y grabándola con sus celulares como a cualquier otra artista, los argumentos que intentan disfrazar la transfobia emergieron: que no se debe utilizar los impuestos de las y los limeños para este tipo de espectáculos, que enseñar el cuerpo no es apropiado y que quienes defienden esta actuación alegando discriminación solo se victimizan.

En una entrevista con la periodista y activista por los derechos de la comunidad transgénero Gianna Camacho, Viktoria Ríos aclaró que la Municipalidad de Lima no le pagó por su actuación. Pero, ¿y si lo hubiera hecho?, ¿cuál sería el problema? Las personas trans son parte de la diversidad intrínseca de la sociedad y, en consecuencia, su trabajo y su arte también lo son. Performances como esta les visibilizan con dignidad y representan una oportunidad para educar y abrir mentes. El arte no es únicamente el que cuelga de las paredes, el que se escucha entre violines y es ejecutado por personas de perfil normativo; es también brillos, bailes y resistencia, y la comunidad LGTBIQ+ sabe mucho de ello.

El arte también es desnudez. Aunque quienes han atacado a Viktoria piensen lo contrario. Que mostrar la piel en el espacio público es grotesco e irrespetuoso, dicen. Curioso, porque no se les ve protestando cuando en actividades que sí son financiadas por el municipio, como en las serenatas a Lima u otro tipo de eventos, hay anfitrionas en minifalda y escotes o reconocidas cantantes meneándose al ritmo del reggaetón o de la cumbia. Entonces no se engañen y no engañen. No les incomoda la exhibición del cuerpo hegemónico, lo que les molesta, lo que no pueden tolerar, es que sea el de una persona trans.

Todo este odio, normalizado y aceptado en el Perú, claro; hizo que el propósito de aquella reunión, destinada a concientizar sobre el VIH/Sida, quedara en último plano. Las mujeres trans son las más afectadas por este virus y podría haberse aprovechado para que, una vez que el video explotó en redes sociales, el mensaje de prevención y desestigmatización llegue a más gente.

El próximo 10 de diciembre se celebra en todo el mundo el Día de los Derechos Humanos, siendo la no discriminación, la libertad y el acceso al trabajo tres de los más importantes y urgentes para la comunidad transgénero; pero, si la actuación de una artista trans despierta este nivel de ataques, ¿qué podemos esperar? ¿Qué puede venir si en menos de un mes jurará como alcalde de Lima un hombre con discursos misóginos y homofóbicos? Se vienen tiempos (aún más) difíciles. Viktoria Ríos es un ejemplo de valentía, muestra de lo que son forzadas a enfrentar las personas trans para sobrevivir en un país que no soporta su existencia.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.