Mundial multicolor, por Raúl Tola

Qatar 2022 pasará a la historia por la intensa polémica sobre la situación de los derechos más elementales que envuelve a este pequeño emirato a orillas del Golfo Pérsico y por las denuncias documentadas por medios tan serios como la revista Time sobre los miles de trabajadores migrantes que murieron preparándolo para recibir la Copa del Mundo. En lo futbolístico, será recordado por varios partidos emocionantes, sorpresas como la clasificación de Marruecos o Japón, la introducción de novedades como los cinco cambios y el controvertido empleo de la tecnología.

También debería ser recordado como un ejemplo del abrumador, inapelable triunfo de las migraciones que han unido al mundo, convirtiéndolo en un lugar cada vez más mestizo y diverso. El caso más contundente debe ser la selección de Marruecos. Diecisiete de sus 23 jugadores nacieron fuera del país: ocho en Francia, cinco en Holanda, dos en España, uno en Bélgica y otro en Canadá.

Los hermanos Iñaki y Nico Williams nacieron en España pero juegan en selecciones distintas. Aunque es de Bilbao, Iñaki, el mayor, llegó a Qatar para jugar por Ghana, de donde salieron sus padres. Nico nació en Pamplona y está en la plantilla de la selección española.

Algo parecido ocurrió en Sudáfrica 2010, donde Kevin Prince Boateng jugó por Ghana y su hermano Jerome por Alemania. Esta selección ha vivido una verdadera revolución y presenta un rostro renovado, imposible de imaginar en el pasado, con jugadores como Rüdiger, Sané, Gnabry, Kehrer, Bella-Kotchap, Adeyemi, Moukoko, Gundogan y la nueva estrella Jamal Musiala con orígenes en Camerún, Senegal, Costa de Marfil, Nigeria, Burundi, Sierra Leona o Turquía.

En esto comienza a parecerse a esas Naciones Unidas del fútbol que es Francia. Marcus Thuram es hijo del Lilian Thuram, que nació en Guadalupe, al igual que los padres del delantero Kingsley Coman; los padres de Nkunku son emigrantes congoleses, como los de Axel Disasi; los de William Saliba y los de Aurélien Tchouaméni son camerunenses; los de Ibrahima Konaté y Youssouf Fofana son malienses; los del arquero Steve Mandanda son filipinos y los de Dayot Upamecano de Guinea-Bissau. La madre de Ousmane Dembélé es de Mauritania y su padre de Malí, la madre de Mbappé es argelina y su padre camerunés; Randal Kolo Muani es de ascendencia congoleña, Jules Koundé beninesa, Matteo Guendouzi marroquí y Raphäel Varane martiniquesa. Finalmente, Eduardo Camavinga nació en Angola y el arquero Steve Mandanda en Zaire.

Detrás de este vertiginoso proceso de migración que integra al mundo hay un sinnúmero de historias dramáticas, como los miles de trabajadores que murieron durante la apurada construcción de los estadios de Qatar (un país donde 8 de cada 10 habitantes son inmigrantes de Nepal, India o Bangladesh). Por más que las leyes migratorias se endurezcan y los movimientos racistas vuelvan a levantar la voz, es un proceso irrefrenable e irreversible. Basta verlo en el Mundial.