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Desmantelar las contradicciones, por Lucia Solis

“No hay que dejarse confundir. Ninguna persona que promocione una agenda antiderechos puede ser una aliada contra la violencia de género”.

Perú es ese país en donde las mujeres y diversidades no estamos seguras en nuestras casas ni fuera de ellas; en donde hasta cuando queremos distraernos de las actividades laborales y cotidianas viendo la televisión o leyendo sobre la actualidad nacional, somos embestidas con más y más violencia. Aunque muchas veces no nos demos cuenta.

Hace un año, en esta misma columna, hablé de las personas trans, las trabajadoras sexuales; sobre las desaparecidas, del acoso político. Escribí acerca de condenar y accionar de verdad contra el machismo sistémico, una consigna con la que la mayoría de las y los peruanos parecen coincidir incluso dentro de los sectores más conservadores. Pero no. No hay que dejarse confundir. Ninguna persona que promocione una agenda anti derechos puede ser una aliada contra la violencia de género.

Milagros Jáuregui, congresista de Renovación Popular, presentó un proyecto de ley para eliminar el lenguaje inclusivo de los textos escolares. Es decir, quiere que las y los niños sean encasillados en el masculino genérico, omitiendo la diversidad propia de las vidas y familias que asegura defender. En otro plano está la periodista y conductora Magaly Medina, erigiéndose como protectora de las mujeres víctimas de violencia por parte de cantantes y futbolistas como John Kelvin y Andy Polo, mientras destila todos sus sesgos machistas y gordofobia contra Giuliana Rengifo, Tilsa Lozano y otras figuras que han cuestionado su discurso incongruente.

Incoherencia también es cubrir de forma crítica desapariciones de niñas, niños y mujeres, feminicidios y otras denuncias; y después invitar a personas como Vanya Thais, conocida por justificar los actos de grupos extremistas y de pensamiento neofascista como’'La Resistencia’', a hablar sobre misoginia en el Perú; es decir, del odio y la aversión a las mujeres; el mismo sentimiento que demuestra ella al considerar positivo que sean sumisas y al llamar asesinas a quienes defienden el derecho al aborto. El machismo estructural en nuestro país no es un debate, es un hecho, y colocar como líderes y lideresas de opinión a personajes con estos discursos en pos del supuesto balance de opiniones no es más que ser cómplices de ese mismo machismo normalizado.

Es verdad que cuestionar las prácticas periodísticas de una mujer asociándolas con su rol de madre o esposa, como hizo el premier Anibal Torres, es violencia, porque refuerza estereotipos de género que encasillan a las mujeres como cuidadoras naturales. Está mal, claro, y hay que condenarlo sin medias tintas. Pero utilizar este tipo de mensajes como armas políticas y oportunistas contra el Gobierno debe rechazarse también. La lucha feminista no es un comodín hecho a medida que sectores cuestionados pueden instrumentalizar a conveniencia.

Que el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre, sirva para reivindicar y exigir los derechos que aún nos faltan, pero también para interpelarnos y animarnos a identificar contradicciones que solo representan atraso. Las mujeres no somos una ficha de intercambio ni el caballo de Troya para intentos golpistas, leyes que quieren erradicar la diversidad y discursos que alimentan la misoginia escondida en la supuesta superficialidad de un programa de espectáculos.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.