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Intolerante país este, sin casas de citas, por Augusto Álvarez Rodrich

¿Si no se conversa, cómo se pueden solucionar los problemas?

En el reino de la intolerancia que es hoy el Perú, se pretende cancelar el camino de las reuniones entre políticos que coinciden o discrepan, para coordinar, negociar o solo –que sería lo más valioso– conversar o conocerse.

Rafael López Aliaga ha convertido su negativa a conversar con el gobierno en su mensaje central como virtual alcalde, una insensatez solo justificable si su objetivo es convertir el municipio de Lima en la trinchera de sus ambiciones particulares a costa del deseo colectivo de construir una mejor ciudad.

Alguien puede elegir a sus amigos, pero los cargos –públicos o privados– obligan a interacciones hasta con gente que nos caiga mal. Uno se puede oponer al gobierno, pero mientras siga en funciones es con este con el que hay que coordinar las políticas públicas.

Carlos Bruce, otro virtual alcalde, político experimentado y tan opositor al gobierno como López Aliaga, le ha enseñado el camino que ojalá este entienda sin majadería: “Yo me reúno hasta con el diablo si eso va a traer más seguridad a Surco, y eso no significa que por reunirme con el ministro del interior, voy a apoyar a Pedro Castillo”.

Algo parecido sugiere la protesta de un político tan del sistema como el expremier Jorge del Castillo contra la realización de la asamblea general de la OEA en Lima, salvo que se sugiera que el Perú se salga del organismo regional.

Actitudes de este tipo conforman esa ‘oposición funcional’ al presidente Castillo en su objetivo de afianzar un gobierno mediocre y corrupto.

Todo tan insensato como usar de excusa para censurar a Digna Calle por una cita con el ministro del interior: ¿los políticos acaso no conversan? O criticar a ese ministro por reunirse con el embajador de Cuba, quien puede reunirse con quien quiera salvo que un día lo declaren persona non grata. O alarmarse porque una empresa importante se reúne con el presidente: ¿si no conversan, cómo arreglan problemas?

Conversar no es pactar, proclamaba Ramiro Prialé. Y las citas entre políticos –especialmente con visiones opuestas– son siempre valiosas. Bien decía Lenin que “es una verdad que en política se aprende del enemigo”. Y es mucho más entretenido que juntarse solo con quienes se coincide, que es expresión de intolerancia o inseguridad.

La República

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